lunes, 13 de febrero de 2017

Capítulo 19

Denís se sentía más nerviosa que nunca. Empezó a anudar su rebelde cabellera cobriza en una gruesa trenza. Se miró al espejo y comenzó a deshacerla, no se encontraba conforme con el resultado final. Comenzó a mojar con agua fría todo el cabello, persiguiendo el fin de poder asentarlo. Iba a ser la primera vez que iba a hablar en público y quería dar una buena imagen, sino, nadie la tomaría en serio.
En un principio, a pesar de tener dieciséis años recién cumplidos, la joven pensó que el resto de los ciudadanos la seguirían viendo como una niña y no darían importancia ni validez a su alegato. Abrió uno de los cajones de madera pintados con un estampado floral que ella misma había diseñado de su tocador y sacó un puñado de algodón. lo hizo una bola y lo colocó en cada uno de sus senos. Volvió a reflejarse en su espejo apretándose el corsé. Su cuerpo era más parecido al de una mujer, pero su rostro infantil seguía siendo el mismo.
- Denís, ¿estás preparada?.- Preguntó la voz femenina de Laila desde el otro lado de la puerta de su habitación.
La adolescente recogió todo aquello lo más rápido posible. Volvió a reflejarse una vez más en el espejo, y decidió quitar el algodón de su escote. <<¿Qué querías pretender Denís?>> se preguntó así misma. Sujetó el pomo de la puerta y con una sonrisa forzada, salió de su habitación.
Laila le dio un beso en la frente y le acarició el hombro. No habían tenido mucho tiempo para que ambas chicas se pudieran conocer mejor. Denís era desconfiada, a pesar de su rostro inocente y le costaba mucho abrirse con la gente. Laila no le producía antipatía, es más, la veía una persona con un enorme corazón, del mismo tamaño que el de sus pupilas color océano, pero el saber que era hija de Meg la desconcertaba y no la dejaba quieta.
- Aquí tengo algunos documentos sobre lo que vas a exponer hoy.- Dijo Laila mientras le mostraba a la adolescente unos papiros color amarillento al mismo tiempo que se dirigían a la salida del hostal.- He hecho algunas modificaciones sobre tu alegato para atraer mejor su atención.
- ¿Por qué no me lo has traído con más antelación?- Pregunto Denís furiosa cruzándose de brazos
- Lo siento, he venido en cuanto he podido. Ve leyéndolo por el camino, estoy segura de que lo harás de maravilla.
Laila la acompañó hacia una sótano de no se sabía donde. Cuando Denís llegó hacia aquella estancia, empezó a temblar. No había visto a tal aglomeración junta en su vida. Se mordió el labio inferior nerviosa y un sudor frío comenzó a surcar su sien. Laila la miró con ternura:
- Me marcho, tengo que hacer cosas. ¡Mucha suerte en tu primera reunión!
- ¡Laila espera! No puedes dejarme sola. ¿Y si digo algo mal? ¿Y si meto la pata? ¡Tendrás que ayudarme!
- Creo que ya va siendo hora de que te despegues de las faldas de los demás.- Denís frunció el ceño furiosa, odiaba que la llamaran dependiente.- Además, ¡tampoco es para tanto!
- No es justo. tengo que decir algo que ni siquiera me ha dado tiempo a estudiarme...
Laila soltó una peñera risita que resonó en los oídos de la otra joven como un conjunto de trompetas anunciando el apocalipsis final.
- Ah, una cosa.- dijo Laila cayendo en la cuenta de que algo muy importante se le estaba olvidando.- Todas estas personas son inmortales. Creo que es un dato que debes saber.
- ¿Estás loca? ¿Quieres que intente persuadir a unos inmortales? ¿Yo? ¡No soy como vosotros!
- Cálmate. Ellos te envidian, y les acompleja su situación. Se pondrán de tu parte, sólo tienes que saber como convencerlos. Confío en ti.

Denís tragó saliva y no puedo evitar morderse el labio inferior produciéndose un poco de sangre. Sus manos comenzaron a temblar  y no faltó mucho para que los pergaminos se le cayeran. Miró al frente y volvió a divisar a la muchedumbre que se encontraba allí, esperándola. Algunos cuchicheaban entre ellos preguntándose el por qué estaban todos reunidos, otros sólo se limitaban a esperar.
LA joven arrugó los ojos. ¿Cuántos serían? ¿1000? ¿más? Sólo sabía contar hasta 100 y leía con mucha dificultad. Le iba a resultar imposible leer el pergamino que momentos antes Laila le había entregado. Además, ella no era una inmortal, ella no sabía lo que siente uno de ellos. Resultaba imposible poder convencer a alguien que ni siquiera entiendes´. Debía de encontrar algo que uniera a toda la isla, con independencia de que fueran inmortales o no. De repente, los ojos color esmeralda de Denís se agrandaron y una bombilla parpadeante apareció en lo alto de su cabeza. Había tenido una idea flamante, extraordinaria, con la que sabía de antemano que nada podía fallar.

- Hola, buenas tardes.- Dijo Denís lo más alto que pudo.- Mi nombre es Denís.
Todo el bullicio que hubo en un momento desapareció y cada uno de los aldeanos que conformaban aquella muchedumbre permaneció en silencio, expectantes a que la joven continuara hablando.

-  Basta de rodeos, niña. Que venga alguien y nos aclare algo, estamos cansados de esperar.- Gritó un hombre mayor que se encontraba en las primeras filas de la sala.
Denís volvió a tragar saliva. <<Mira que sabía que no me iban a tomar en serio>> se dijo así misma. Si hubiera sido Laila la que hubiera ido en su lugar, le prestarían mucha más atención y no se tendría que ver ella misma intimidada.
- No va a venir nadie más. Soy y la que os tiene que decir algo.
-¿Tú?.- empezó a gritar todo el mundo.- Marchémonos de aquí.
todas aquellas personas comenzaron a levantarse de sus asientos