domingo, 3 de julio de 2016

Capítulo 8

Denís cosía uno de los botones de la camisa amarillenta de Marcos Alcaraz. El chico odiaba vestir aquella ropa que parecía pertenecer al Medievo, pero no tenía otra opción. La vestimenta fue una de las primeras trabas que la isla le ofreció a él y a su compañero a modo de recibimiento.
Calzó sus botas marrones de antelina y se dispuso a salir de La Risueña dando un sonoroso beso en la frente de la chica. Una vez más, Denís le contestó con un sonrojo. Todas las mañanas lo mismo, la misma monotonía de sonrisas recíprocas o besos en la frente cuando lo que verdaderamente Denís deseaba era que Marcos Alcaraz cambiara el lugar de darle un beso en la mejilla por un beso en los labios.
Denís, sobresaltada, corrió apresuradamente a la puerta que daba lugar a la salida del edificio de madera para evitar que Marcos Alcaraz saliera. Quería decirle algo, pero no sabía el qué. deseaba intercambiar unas palabras distintas a las que siempre había por las mañanas cuando coincidían a la hora del desayuno en la cocina. 
Marcos Alacaraz enarcó su ceja derecha reflexivo cuando la vio cruzada de brazos en la puerta, pero no dijo nada. Esperó a que la adolescente tragara saliva y estuviera dispuesta a romper su extraña timidez
- ¿Vendrás hoy a verme a mi habitación?.- Preguntó Denís sin rodeos.
- Claro que sí. ¿quieres hablar de algo?

Denís sacudió la cabeza. sus profundos ojos color esmeralda conectaron con la mirada color miel de Marcos Alcaraz. Se vio a ella misma reflejada en la pupila de la persona que tenía a escasos suspiros de ella. Respiró profundamente armándose  de valor y añadió:
- No, no quiero hablar contigo.
Hubo un silencio intimidante. Marcos Alcaraz se acarició la barbilla pensativo con el ceño fruncido. Sabía de antemano que era lo que quería Denís. Probablemente se había enamorado de él, o simplemente querían continuar con el juego que él mismo propuso en su día. Sin embargo, quiso quedarse en silencio y esperar a que ella emitiera sonidos de su pequeña garganta en forma de palabras. Denís era tímida, quizá porque no era más que una adolescente con dieciséis años recién cumplidos y totalmente inexperta. Pero sabía a la perfección que la joven necesitaba un impulso y que él mismo sería idóneo para ayudarla a darlo, pero no a costa de hacerla sufrir.
Por su parte, la chica de larga cabellera cobriza apretó los puños y se mordió el labio inferior con furia. ¿Por qué Marcos Alcaraz no tomaba la iniciativa? A ella le costaba la propia vida sincerarse, cuanto más si se trataba de arrancar palabras de su propio pecho. suspiró temiéndose lo peor. Tenía que arriesgarse o lo perdería todo.
- No vas a venir a verme más, lo sé. Lo que pasó aquel día no volverá a repetirse, ¿no es cierto?
Marcos Alcaraz retrocedió unos pasos. No podía seguir mirándola a los ojos sino provocaba una lágrima en el rostro angelical de Denís. sin embargo, la chica no mostraba ni un ápice de tristeza o nostalgia.
- Creí que quedó claro que sólo pretendía ayudarte...
- Si la solución era que me enamorara de ti, enhorabuena, lo has conseguido.
Marcos Alcaraz enarcó sus cejas sorprendido al mismo tiempo que Denís se llevaba las manos a la boca. no es que se sintiera arrepentida de lo que había dicho, sino más bien que no se creía capaz de hacerlo. Quizá no ganara nada al arriesgar, pero seguramente lo habría perdido todo sino lo hacía. Esperó impaciente la respuesta del receptor que la miraba extrañado.
- Denís ahora tengo prisa. Cuando regrese te prometo que te visitaré y hablaremos esto. ¿De acuerdo?
Una gota de agua salada rodó por la mejilla sonrosada de la joven. No le había prestado ni el más mínimo interés. ahora, estaba todo perdido.


Marcos Alcaraz salió apresurado de La Risueña. Iba tarde a la cita que tenía con Meg. Sinceramente, esperaba que la quedada no fuera muy duradera, que se explicara con brevedad y que en cuestión de un puñado de segundos estuviera de nuevo en su residencia. Pero sobre todo, esperaba que en su explicación, la bruja pidiera algún que otro perdón.
El joven atravesó la plaza principal de Niotramm. Los primeros rayos de Sol comenzaban a aparecer, y era cierto que los niotrenses se despertaban bien temprano para hacer sus quehaceres, pero algo le inquietó de todo aquello. Había mucho revuelo. La muchedumbre gritaba enfurecida con sus puños en alto y desgarrando sus gargantas, algunos de ellos, incluso llevaban herramientas en sus robustas manos. Marcos Alcaraz apartó su flequillo rubio ceniza para poder divisar mejor que es lo que estaba pasando. Nunca le habían interesado mucho aquellos alborotos, pero algo de ello le hacía pensar que debía de prestar atención. Su mirada color miel divisó en la lejanía un escenario de madera y una horca. sus labios formaron una O mayúscula. Miró a la izquierda y vio a una mujer de edad madura gritando más que ningún otro aldeano. Se dirigió hacia ella con paso firme y los puños agarrotados. Por un momento olvidó la cita que tenía con Meg, pues no le tomaría más de unos minutos en interesarse en lo que estaba pasando. La vida de alguien corría peligro en aquella horca.
- ¿Qué pasa?.- Pregunto el joven alarmado.
- ¡Por fin le darán su merecido a ese truan! ¡Muerte a ese loco! ¡Muerte!
- ¿De quién se trata? ¿De qué se le acusa?.- Marcos Alcaraz frunció el ceño. Siempre realizaba esa expresión cuando no entendía nada.
- Es el loco de la Risueña. ¡Así dejará de violar a tantas aldeanas! ¡Muerte!
-¿Julius?.- Los ojos color miel de Marcos Alcaraz parecían querer salirse de sus órbitas. El joven se llevó las manos a la cabeza cuando escuchó a aquella robusta mujer exclamar: ¡¡Muerte a Julius!!
Marcos Alcaraz comenzó a dar vueltas sobre sí mismo. Tenía que hacer algo como fuese. Julius jamás había salido de la Risueña si no era con la compañía de Manel, su hermano, o alguno de ellos. Además, era un chico totalmente inofensivo.
Volvió a dirigir otra de sus miradas suplicantes de piedad a la tarima de madera dónde pronto sucedería todo aquello. Aún el presunto demandado todavía no estaba allí, por lo que Marcos Alcaraz contaba con unos minutos de ventaja para poder sacarlo de dónde se encontrarse. Pero sabía que pronto tendría lugar la ejecución. De pronto, una bombilla parpadeante pareció colocarse en su coronilla. Sonrió para sí. Había tenido una idea flamante.

Desde de una gran caminata corriendo anaeróbicamente, abrió la robusta puerta de madera con decoraciones doradas de un sólo portazo. La persona que se encontraba tras ella se sobresaltó. Marcos Alcaraz por fin pudo retomar el aliento y suspiró aliviado al ver que era Meg quién estaba allí.
- Meg no tengo tiempo...- Susurró el joven entre fuertes respiraciones.
- Sólo quiero pedirte perdón por lo que sucedió el otro día. Me equivoqué. Si puedo hacer algo...
Marcos Alcaraz no permitió que Meg finalizara su frase. La cogió por el puño y empezó a correr. Meg enarcó una de sus cejas perfectamente alineadas pero no hizo amago de apartarse. Recogió sus faldones color azabache en su mano derecha para correr mejor mientras que la izquierda estaba entrelazada con la de su acompañante.
- ¿Dónde se encuentran los presos que van a ser ejecutados pronto?
- En el sótano del palacete. ¿Por qué quieres saber eso?
Marcos Alcaraz volvió a coger impulsó y continuó su carrera hacia allí. Un par de minutos después, habían llegado a los calabozos.
-¿Julius dónde estás? ¿Julius? ¡Soy Marcos, he venido a por ti! ¡Volvemos a casa!
- No entiendo nada. ¿Qué hacemos aquí?.- La voz de Meg se iba endureciendo con el paso de sus palabras.
A continuación, un llanto parecido al de un bebé pero encerrado en el cuerpo de un hombre adulto de treinta años rompió todo aquel silencio. Marcos Alcaraz acudió al sitio de dónde había emergido aquel sonido. En efecto, era Julius. El muchacho se encontraba arrinconado en la celda, con un oso de trapo entre sus manos al cuál apretaba con fuerza.
- Sácalo de aquí, Meg.
- ¿Esta era la prisa que tenías?.- La joven se cruzó de brazos y dirigió una mirada desafiante procedente de sus ojos color pardos.- No puedo hacer nada en su favor. Ni quiero.
- Meg tú lo conoces. Él nunca ha hecho daño a nadie. Sólo sale de la risueña en compañía de alguno de nosotros. Es un disminuido mental, sí, pero que jamás tocaría a nadie.
- Tengo que hacer justicia. Lo siento.- Meg retrocedió unos pasos en dirección a marcharse.
- Aceptaría tu perdón si lo liberas. Además, hace unos momentos decías que harías cualquier cosa por mi para que todo quedara en paz. ¿cierto?
Meg se giró y lo miró desafiante.
- No soy un juez piadoso. Me rijo por el Corpus Iuris Civilis.- Marcos Alcaraz agachó la cabeza creyendo que todo estaba perdido.- Pero sí una mujer de palabra.
Meg hizo un chasquido de dedos y la puerta de la celda se abrió sin ser la cerradura forzada. Julius salió apresuradamente a abrazar a Marcos Alcaraz. En cuestión de unos segundos, Julius desapareció. Marcos Alcaraz se frotó la sien sorprendido por no saber dónde se encontraba el tercer miembro.
- lo he teletransportado al hostal para evitar que pase por la plaza principal - interrumpió Meg sus pensamientos.- cuando vuelvas a tu hogar comprobarás que está sano y salvo. Ya me encargaré de determinar por qué he decidido absolverlo.
Marcos Alcaraz se dirigió hacia ella, agarró su rostro con ambas manos y la besó en la frente.
- Gracias preciosa.
El joven decidió poner rumbo hacia su casa. Por el camino, no pudo evitar sonreir: las mejillas de Meg se habían tornado en un color carmín muy peculiar. La bruja a la que todo el mundo sentía pánico y terror, se había ruborizado. 

sábado, 2 de julio de 2016

Capítulo 7

Laila trepó por un gran roble. Entre gemidos de cansancio, consiguió llegar a la robusta rama que ella quería. hubiera sido mucho más fácil llamar a la puerta como cualquier persona normal, pero era bien entrada la noche y no quería despertar a ningún habitante de la Risueña. A ninguno, excepto a uno.
Colocó sus faldones bien y llamó a una de las hojas de madera que formaba la ventana de la habitación de Marcos Alcaraz y Oscar Duna. Golpeó sus nudillos en la vieja madera con suavidad y esperó unos instantes.
Finalmente, la ventana se abrió dando paso a un chico de cabello color azabache en ropa interior que se frotaba un ojo bruscamente. Tras ver que a escasos centímetros de él se encontraba una chica sentada en una rama de un frondoso árbol, terminó sonriendo mostrando su deslumbrante sonrisa.
Oscar Duna no dijo nada y depositó su dedo índice en los labios de la joven, dando a entender que tenían que guardar silencio. Aquel le tendió una mano para ayudarla a pasar a dentro.
Laila divisó el lugar donde su compañero dormía todas las noches. Una habitación acogedora decorada con dos camas acolchadas por mantas de colores y un gran armario que presidía la estancia.
Ambos jóvenes se miraron y se fusionaron en un abrazo. Había pasado mucho tiempo desde que sus labios no se rozaban, desde que uno no provocaba una sonrisa en el otro.
-¿Y Marcos?.- preguntó Laila mirando a un lado y a otro.
- La última vez que lo vi estaba con Madre recogiendo la cocina.
Los chicos se sentaron en la cama de Oscar Duna, haciendo que los muelles de ésta chirriaran. Sin duda el colchón y la cama eran bastante antiguos, pero no podía quejarse. Allí se dormía de maravilla.
Oscar Duna tomó las manos de Laila, las cuales se encontraban congeladas.
- ¿Por qué has venido?
- Necesitaba verte.
Oscar Duna sonrió y se inclinó para besarla. En ese mismo momento, la puerta de la habitación se abrió y apareció el otro ocupante de aquella estancia. Marcos Alcaraz, al divisar que su amigo se encontraba en ropa interior, cerró de manera apresurada la puerta. Laila se levantó rápidamente de la cama y dijo en una voz un poco más alta de lo normal:
- Marcos tengo algo para ti.
Oscar Duna enarcó una ceja interesado. La puerta de la habitación volvió a abrirse.
- ¿Para mi?
Laila palpó en uno de los bolsillos de su falda color azul cielo un papel doblado en varias partes de color amarillento. Verificó que era lo que estaba buscando y sonrió aliviada extendiendo la mano para dárselo a su verdadero destinatario.
Marcos alcaraz desplegó la nota intrigado. Allí sólo ponía una dirección. El chico enarcó una ceja sarcástico.
- ¿Me habéis buscado una cita  para quedaros libre mi habitación por las noches?
Laila rió estrepitosamente. Sin duda, una de las características que definían a la joven era su escandalosa risa.
- Es en el ala sur-oeste.
Marcos Alcaraz arrugó la nota y la tiró. Solo conocía a una persona que vivía allí.
- De ninguna manera voy a hablar con Meg.
-¿Meg?.- Preguntó Oscar Duna que aún se encontraba sentado en la cama.
- Vamos Marcos, me lo ha dado ella y se enfadará mucho si no vas.
-¿Crees que me importa que se enfade, Laila? No quiero tener el más mínimo trato con tu amiga.
-¿Pero qué es lo que pasa?.- Oscar Duna se levantó cruzándose de brazos.
- Meg me ha dado una nota porque quiere hablar con Marcos.- respondió Laila.
- ¿Has ligado con la bruja?.- Oscar Duna no pudo evitar reirse dando palmadas.
La puerta de la habitación de ambos chicos volvió a abrise una vez más. Esta vez, tras la gran hoja de madera gastada, se encontraba Denís en camisón largo color pastel, que interesada asomaba su cabeza.
- ¿Pasa algo?.- Preguntó la adolescente desde el otro lado de la puerta.
Denís no pudo evitar sonrojarse al ver allí a Marcos Alcaraz. Oscar Duna la invitó a pasar. entre risas le contó lo sucedido al cuarto miembro que había llegado a la habitación. Denís agachó la cabeza pensativa. Cuando todo aquel coloquio pareció que había cesado por unos momentos y que todo volviera a la normalidad, Marcos Alcaraz se dispuso a explicar lo sucedido:
- Esta mañana tuve un enfrentamiento con ella. Desveló cosas de mi pasado que no quiero recordar. Eso es todo.
- ¿Qué cosas?.- A Oscar Duna se le quitaron todas las ganas de continuar riendo.
- Por ejemplo, mi hermano Gonzalo.
-¿qué le pasó a tu hermano?.- Preguntó Denís que era la primera vez que tomaba la palabra en aquella conversación.
- No es el momento de preguntar eso.- susurró Oscar Duna al oído de la adolescente.

El silencio se apoderó de las almas de los cuatro jóvenes. Denís no entendía nada: su cerebro comenzaba a dar vueltas buscando a una explicación a aquello que estaba pasando. ¿Le atraía sexualmente Meg a Marcos? ¿Qué era lo que verdaderamente había pasado con su hermano? La joven sacudió la cabeza intentando alejar aquellos pensamientos que la atormentaban de su mente.
Oscar Duna miró fíjamente a su compañero. Realmente, Meg asustaba al muchacho y él se quería mantener lejos de ella. Pero sabía la consecuencia que podía traer estar a una distancia considerable de aquella bruja y no era otra que perder a Laila. Se mordió el labio pensativo, esperando a que surgiera de la nada una explicación convincente que le quitara ese mal sabor de boca.
Laila entrelazó sus manos esperando a que Marcos Alcaraz respondiera. Recordaba las palabras de esa bruja como si en ese preciso instante se las estuviera susurrando a su oído una vez más: "No vuelvas sin que no te haya dicho que sí". Debía convencer a Marcos Alcaraz de que era obligatorio que acudiese a aquella cita con Meg, aunque verdaderamente no sabía el motivo.
Marcos Alcaraz carraspeó bruscamente. El aire de Niotramm era frío e intenso y había calado sus huesos. Todos esperaban espectantes una respuesta procedente de los labios carnosos del chico. Sacudió la cabeza y revolviendo su flequillo dorado, determinó:
- Iré. Pero sólo con la condición de que esa sea la última vez que la vea.
Todos quedaron en silencio, pero sin embargo, todos pudieron percibir como Laila suspiraba aliviada.