La semana pasó lentamente en el hostal, y tampoco hubo mucha novedad. A pesar de encontrarse en el otro rincón del mundo lejos de la civilización, los residentes de La Risueña decidieron celebrar aquellas fechas tan significativas para todos ellos: La Navidad.
El hostal estaba plagado de bolas de navidad cubiertas de purpurina y espumillones de colores. Dentro, en el salón, Madre había encendido la chimenea, y el olor a leña quemada y el calor que ésta desprendía, era una sensación exquisita.
Durante toda esa semana, sólo se comían dulces y se bebía agua ardiente en La Risueña.
Finalmente, llegó el día de Noche Buena.
Todos los residentes se vistieron tan elegantes que parecían irreconocibles: Denís, ajustó su pelo rebelde color fuego en una trenza gruesa, colocando alguna que otra flor navideña en el lado derecho de su cabeza. Se puso su mejor vestido color verde esmeralda a juego con sus ojos y pintó un poco de carmín en sus finos labios. El cambio fue fulminante y todos pudieron apreciar que, a pesar de tener quince años, no aparentaba ser la niña que todos creían.
Manel siguió con su misma ropa. Mojo algo su pelo de enormes entradas y se puso unos tirantes para sujetar sus enormes pantalones de varias tallas más. Julius apareció con una pajarita roja y el pelo engominado. Verdaderamente, todos estaban radiantes.
Acudieron todos al comedor. La gran mesa de roble se encontraba ese día cubierta por un mantel con iconos navideños, bordado por Madre y Denís. La hostelera había sacado su mejor cubertería y un enorme pavo precedía la mesa. A los lados de este suculento manjar, se hallaba queso, patatas orneadas con una salsa exquisita, y diferentes tipos de verduras a modo de condimento
La aldaba de la puerta del hostal sonó un par de veces suavemente. Todos dirigieron una mirada pícara a Oscar para que acudiera a abrir la puerta. Sabían que era Laila. Oscar la recibió con un sonoro beso en la mejilla de la joven y ésta le acarició suavemente el pelo. sus manos blancas como la porcelana, traían consigo un enorme pastel de merengue y arándanos.
- Supuse que en esta fiesta tan especial, debería haber un gran postre.- Sonrió la joven
Todos le devolvieron la sonrisa, excepto un miembro de aquella familia. Marcos Alcaraz se mostró serio y la presencia de la recién llegada le molestaba. Todos se sentaron en la misma a medida que cada uno iba sirviéndose un muslo jugoso de pavo relleno y depositando vinos en sus copas. Marcos Alcaraz hizo una mueca de asco antes de decir:
- ¿No deberíamos esperar alguien más?
El resto de los individuos se quedaron quietos con los platos en las manos. Ambos se miraron extrañados.
-¡ La bruja, la bruja!.- comenzó a exclamar Julius con la boca llena.
- No la menciones Julius.- Respondió Madre apartándose un poco de verduras en el plato.
Oscar rió y le siguió Laila. Madre enarcó una ceja pensativa. La aldaba de la puerta volvió a sonar pero sólo una vez, aunque esa vez, fue tan fuerte, que se pudo escuchar desde el ala sur-oeste de la isla de Niotramm.
Nadie se levantó de su sitio. Era cierto que en Niotramm no se celebraba esa festividad, pero era bien entrada la noche y nunca había aparecido por allí nadie a esa misma hora.
- ¿Quién puede ser a estas horas?.- Preguntó Denís jugueteando con su gruesa trenza.
Marcos arrugó los ojos y Oscar prosiguió riéndose sin parar, hasta tal punto que llegó a atragantarse con el vino.
- Abriré yo.- Dijo Marcos levantándose de la mesa.
A medida que Marcos Alcaraz se iba acercando al recibidor del hostal, su corazón fue palpitando fuertemente. Recordó la proposición que había hecho una semana atrás a aquella dama que solía vestir de colores oscuros y que era tan misteriosa. Agarró el pomo de la puerta y abrió el pestillo de la misma. Tomó valentía, respiró hondo y abrió con los ojos cerrados.
En el momento que los abrió, su corazón parecía que había dejado de latir.
Tras unos breves instantes, el joven se apartó de la puerta suavemente y la dejó pasar. Llevaba su larga caballera castaña con reflejos cereza suelta, como de costumbre. Su mirada verde parda recorrió todos los rincones de la estancia. Paró en seco en medio del pasillo, posiblemente, porque no sabría dónde se encontraban el resto de los individuos. Miró fíjamente a Marcos Alcaraz esperando que la guiara.
- Estamos en el comedor.- Dijo finalmente el muchacho emitiendo una pequeña sonrisa.- Pasa.
En el comedor ya todos habían olvidado que habían llamado a la puerta y seguían hablando, armando jaleo y llenando sus estómagos. El sonido de los zapatos del nuevo individuo congeló la escena. Denís agrandó tanto sus ojos que parecían que iban a salirse de sus órbitas. Madre pegó un gritito ahogado derramando una copa de vino. Manel, corrió a socorrer a Julius para taparle la boca, pues sabía que comenzaría a gritar y a ponerla furiosa.
Todos quedaron en silencio. Laila la miraba con una sonrisa triunfante y Oscar seguía con su plato. Finalmente, Marcos comenzó a dar una explicación.
- tenemos una nueva invitada a la mesa Madre. La invité yo mismo la semana pasada cuando vino a recoger a Laila.- Acto seguido, Marcos guiñó un ojo a la nueva invitada, quién lo fulminó con su mirada.
Madre, aún sorprendida por la sorpresa, se levantó de su asiento y comenzó a hablar como una loca:
- ¡Por favor Marcos! ¡Estas cosas tienes que avisarlas con antelación! Hay comida de sobra y bebida, pero hubiera puesto un plato más a la mesa y hubiéramos esperado todos a que ella llegase para comenzar a comer.
El silencio volvió a apoderarse de La Risueña. Madre se levantó y puso un cubierto más en el roble gastado de aquella vieja mesa. La joven se sentó y no dejó de mirar a ninguno. Todos se encontraban desconcertados y al mismo tiempo nerviosos. Nadie sabía como iba a reaccionar o si en medio de la celebración iba a a cruzar un trance. Si venía a cobrar alguna deuda pendiente o si venía sólo en son de paz.
- Sabría que vendrías.- Dijo Laila tocando la mano de la mujer, quién la apartó bruscamente.- Nos lo pasaremos bien.
- ¿Cómo se llama?.- Preguntó Oscar degustando el último hueso del pavo.
- Podéis llamarla Meg.- Sonrió Laila
Meg no abrió la boca en toda la noche, ni siquiera para degustar alguna de las comidas que Madre había preparado durante todo el día. Llegó el momento de brindar y con copas de agua ardiente, fue cuando comenzó la fiesta. Oscar acudió a su cuarto a recoger una guitarra flamenca y Denís tomó su pandereta y comenzó a enseñar a Julius cómo se tocaba. Empezaron a cantar todos juntos con copas en la mano. Incluso Denís se lanzó a bailar con su madre. Laila lo miraba todo exausta y tocando las palmas. Julius dejó el pánico un poco aparte y empezó a tocar las palmas. El otro residente restante, Manel, salió afuera del hostal a fumarse un pitillo. Todo parecía mágico, salvo por un pequeño detalle: Meg seguía en el mismo sitio de antes con su plato intacto.
Laila se acercó a ella sigilosamente para invitarla a bailar, pero la otra joven sólo le bastó con mirarla para dar una respuesta definitiva. Laila se encogió de hombros, rellenó su vaso con agua ardiente y siguió con la fiesta.
Parecía que todos se habían olvidado parcialmente de Meg, pero Marcos Alcaraz no le apartaba la vista de encima. Efectivamente, cuando Manel dijo que esa bruja era bellísima, no se equivocaba. Había visto muchas muchachas bonitas en Niotramm, pero ninguna sin duda tenía ese aspecto tan natural que poseía Meg. Quizá, la joven no tendría maldad, simplemente no le gustaba relacionarse con la gente y eso era todo. Marcos decidió a darle un voto de confianza y acudió a sentarse a su lado, con la excusa de tomar algún que otro dulce.
- ¿Cómo estás pasando la noche?.- Preguntó el chico con una amplia sonrisa mostrando el blanco de sus dientes.
Meg volvió los ojos cansada, pero siguió sin despegar la vista de su plato intacto. Mostró una mueca de asco al empezar a oler el aroma del pavo y las verduras enfriándose. Julius se acercó por detrás muy sigilosamente y comenzó a tocar la pandereta en el oído de Meg. Ésta se sobresaltó y Marcos no pudo reprimir una pequeña risita. Acto seguido, La joven se inundó de ira, se puso furiosa encendiéndose sus mejillas, arañó la mesa de roble con ambas manos trayéndose consigo algún que otro jirón de madera. La música y el baile pararon en seco. Con paso firme y apresurado, Meg salió de la instancia. Todos quedaron en silencio con sus instrumentos y sus copas en la mano. Con sus miradas, se echaron la culpa unos a otros del por qué de aquella situación.
Meg volvió a la entrada y con solo una palabra procedente de su voz grave, exclamó.
-¡Laila!
Denís se estremeció y Julius comenzó a llorar desconsoladamente. Laila observó que ya iba siendo hora de abandonar La Risueña, y al menos, por un tiempo. Oscar salió tras su paso, pero los ojos inundados de lágrimas de Laila lo rechazaron.
- ¡Maldita perra!.- Exclamó Oscar dando una patada a una silla furioso.- ¿Quién la ha invitado? ¿eh?.- Dirigió una mirada fugaz a Marcos.- Si Laila no vuelve más al hostal ¡será culpa tuya!.- Acto seguido, Oscar dio un puñetazo a una de las paredes del comedor, produciendo un estruendoso ruido y sus nudillos comenzaron a sangrar. Todos los demás se encontraban cabizbajos decepcionados. Marcos Alcaraz comprendió que Oscar tenía razón, y agarrando una chaqueta, comprendió que era hora de resolver aquella controversia que el mismo había creado.
- Hijo no vayas...- Dijo Madre con un puñado de lágrimas surcando su arrugada piel.
Marcos hizo caso omiso de las palabras de los demás. Incluso Denís acudió a sujetarlo del brazo, pero éste se apartó más bruscamente de lo que le hubiera gustado.
Salió con paso decisivo. Sus pies iban cruzando la fría hierba que lo obstaculizaba de su destino. De pronto comenzó a nevar, y de hecho, era la primera vez en muchas décadas que nevaba en Niotramm. Entre los copos de nieve que caían lentamente desde lo más alto del cielo, Marcos Alcaraz arrugó fuertemente sus ojos color miel para poder divisar mejor a ambas mujeres. Sólo se encontraban a pocos metros.
- ¡Meg, Laila, regresad!.- Gritó con su voz rasgada.
Sólo Laila se giró, pero su acompañante la obligó a seguir adelante.
- ¡No puedes presentarse en una fiesta así y arruinárnosla a todos! ¡No es justo! ¡Tú no sabes lo importante que era esa celebración para nosotros! Te invitamos con toda nuestra buena fe, ¿y así nos lo pagas? ¡Aparte de bruja, eres una grosera maleducada! ¡¡Y no eres tan bonita como todo el mundo dice!!.- De esto último se arrepintió Maros Alcaraz, pues había quedado tremendamente inmaduro por su parte.
Manel se acercó al chico con un cigarro en la boca. Depositó una mano robusta en el hombro del joven y entre caladas, le dijo:
- Estás empezando a sentir lo mismo que sentí yo unas semanas después de llegar aquí. Yo también quedé enamorado de esa mirada tan misteriosa.
-¿Yo enamorado?.- Preguntó el joven riendo desconsoladamente.- ¿Bromeas?
- No te hará caso. Quítate a esa perra de la cabeza. Y aprende una cosa: Niotramm no es una ciudad normal.
- Me consta.
- Todavía no ha pasado nada fuera de lo común para que te des cuenta. Pero pasará. Entonces le tendrás asco a todo lo que esté relacionado con este islote. Y cuando eso ocurra, comprenderás que no podrás salir de aquí.
domingo, 31 de enero de 2016
sábado, 30 de enero de 2016
Capítulo 3
Pasó dos semanas desde que Marcos Alcaraz y Oscar Duna habían llegado Niotramm. En La Risueña se sentían como en casa a pesar de no poder usar instrumentos tecnológicos para divertirse. Oscar Duna, que había conseguido esconder su teléfono móvil, se encontró con el inconveniente de que la isla carecía de cobertura, por lo cuál, el objeto permaneció inmóvil en uno de sus cajones a espera de uso.
La isla ofrecía muchas actividades: los martes por la noche había una proyección cinematográfica, los sábados por la tarde, todos los aldeanos de Niotramm se reunían para merendar en la plaza del pueblo o en la orilla del lago Reinum. Los miércoles ofrecían distintos talleres para que los niños participaran - algo a lo que se apuntaron estos dos protagonistas.- además de una pequeña sala de teatro dónde se representaban obras que los propios actores escribían, centros de estética para las mujeres, numerosos bares de copas para los maridos y bibliotecas.
Las cosas por el hostal fueron marchando correctamente. A menudo, Marcos y Oscar llamaban a Denís para tomar algo en alguna taberna.- bajo las miradas fulminantes del resto de los consumidores de llevar a sitios de hombres a mujeres tan jóvenes.- pero que fue una práctica que se frecuentó cada vez más y no era extraño observar en las tabernas a un grupo de amigas pasando la tarde.
Marcos Alcaraz y Oscar Duna se habían propuesto modificar algunas costumbres de la isla, y de hecho, lo estaban consiguiendo.
Los jueves por la tarde, Laila se dejaba caer por La Risueña. Normalmente, traía unas pastas caseras que todos los miembros del hostal degustaban con absoluta exquisitez. La chica siempre traía consigo una de sus flamantes sonrisas y siempre había sido bienvenida en el hostal, sobre todo, por uno de sus miembros más recientes: Oscar Duna.
Ambos salían a pasear solos al centro de Niotramm y compraban algunos frutos secos. Entre risas y risas, se iba forjando una amistad que podía acabar en algo más.
Un martes, toda la Risueña decidió acudir a una sesión cinematográfica, incluida Madre, que hacía ya varios lustros que no salía de su cocina. Todos se colocaron sus mejores galas,- aunque a Marcos Y Oscar todavía se sintieran un poco avergonzados de llevar puesto semejantes jirones de tela.- llevaron alguno que otro pastel, y se dispusieron a pasar una magnífica noche.
Y es que cuando Madre dijo que La Risueña era una auténtica familia, no se equivocaba.
Fue esa noche, cuando entre destellos de luz procedentes de un proyector que iluminaba una gran pantalla que se colocaba en lo alto de un gigantesco abedul, donde Oscar y Laila se dieron su primer beso. Oscar acariciaba la mandíbula de la joven al mismo tiempo que ella revolvía el cabello rebelde color azabache de su acompañante. Sentado al lado de Oscar, se encontraba Marcos, cuya mirada color miel no quería apartarse de la proyección, pues se sentía verdaderamente cohibido. Al lado de Marcos, estaba Denís, quién no apartaba un ojo de la escena que estaba ocurriendo a unos pocos metros y que resultaba más interesante que la propia película. Marcos observaba como iba sobrando en aquella situación y se dispuso a hablar con la adolescente.
- ¿Nunca has tenido novio Denís?.- Pregunto el joven llevándose un puñado de frutos secos a la boca.
La chica se ruborizó, mordiéndose el labio inferior con ese colmillo sobresaliente.
- No tienes por qué tener vergüenza. Que dos personas se quieran y decidan unir sus vidas es lo más normal del mundo.- Contestó Marcos guiñándole un ojo.
- ¿Y tú has tenido alguna vez novia?.- Pregunto la chica sin apartar la mirada del suelo.
- Naturalmente, de hecho, tuve novia antes de venir a Niotramm.- La nostalgia comenzó a inundar las palabras de Marcos Alcaraz.
La conversación quedó ahí y no volvieron a hablar más a lo largo de toda la sesión. Un par de horas después, cada aldeano recogía su silla plegable y los recipientes dónde habían traído la comida y se dispusieron a marcharse. Los residentes de La Risueña comenzaron a hacer lo mismo. Al frente caminaba Marcos en solitario, detrás, Madre, Manel, Julius y Denís, y en última fila, Oscar, quién agarraba por la cintura a Laila.
Todos entraron en el hostal algo cansados. Esta vez, Laila si aceptó la propuesta de Madre de quedarse a pasar la noche. Como habían llegado a una hora temprana a casa, Madre puso encima de la mesa del comedor una jarra de leche caliente con canela y las pastas que habían sobrado de la película. Todos comenzaron a hablar del buen día que habían pasado, cuando de pronto, la mirada color azul océano de Laila se detuvo un instante en la ventana. El resto de los miembros del hostal la imitaron. Alguno de ellos emitieron un gritito ahogado y otros se quedaron sin palabras.
- ¡La bruja! ¡La bruja!.- Comenzó a gritar Julius, quién preso del pánico, se escondió detrás de una de las sillas.
Y en efecto, aquella mujer a la que todos solían llamar la bruja, estaba allí, a escasos metros de la ventana, observándolos fíjamente.
- Voy a cerrar las cortinas. ¡Tardando estaba esta mujer en aparecer por aquí! ¡Malditos trances!.- Exclamó Madre llevándose las manos a la cabeza.
- ¿Trances?.- Preguntó Marcos sorprendido.
- Bueno sí, ella pasa por algunos trances. Son épocas del año en los que decide aumentar su poder y realiza alguna que otra acción extraña.- Respondió Laila mientras agarraba la mano de Oscar.
- ¿Qué acciones extrañas?.- Siguió preguntando Marcos.
Manel apareció en la instancia con una enorme pala, dispuesto a salir. Laila gritó y Madre lo detuvo.
- ¿Qué haces Manel? ¡ Por el amor de Dios! ¿Crees que conseguirás hacer algo con esa pala?
- Déjenla tranquila.- Sugirió Laila.- Si no la molestáis, ella no os hará nada. Sólo le gusta observar.
- ¡Pero sus observaciones me tienen harto! ¡ Hace lo que quiere porque nadie nunca se ha enfrentado a ella!.- Exclamó Manel con el instrumento de trabajo en alto.
- Tranquilizaos. Yo saldré a hablar con ella.- Propuso Laila levantándose de su asiento, al mismo tiempo que todos se levantaban para impedirlo.- No os preocupéis, la conozco bien. Confiad en mi.
- ¡Pero niña, ella se hartará de estar ahí observándonos y se marchará! ¡ No es necesario que te vayas!.- Exclamó Madre apunto de llorar, llevándose las manos a los ojos. Denís corrió a abrazar a su madre.
Tras varios intentos de retener a Laila en el hostal, ésta salió con paso firme y se dirigió hacia ella.
- Te dije que los dejaras en paz Meg.- Dijo Laila con el cejo fruncido.
- Sólo vengo a avisarte de que es hora que vayas a casa.- El rostro desafiante de la mujer mostraba la furia que llevaba encerrada en el interior de su cuerpo.- Estoy muy furiosa, sé lo que has hecho.
- ¿Y qué tiene de malo un simple beso? Oscar es un chico muy majo, ¡déjame hacer mi vida tranquila!
Los gritos se escuchaban con total claridad desde el comedor del hostal. Denís abraza a Julius quién se encontraba aún en su escondite, mientras que Manel daba vueltas y Madre rezaba todas las oraciones y plegarias que se sabía. Marcos no aguantó más la intriga, y salió de la estancia.
Abrió la robusta puerta de madera y ambas jóvenes lo miraron desde la lejanía. Marcos se iba aproximando a paso firme.Pues todo el mundo comentaba lo poderosa que era y él mismo sentía un cierto miedo hacia ella. Pero quería dialogar recordando la frase que momentos antes Laila había formulado: " sino se le molesta, ella no hace daño a nadie" aunque...¿Intentar hablar con ella podría molestarla?
- Buenas noches señorita.- Dijo Marcos cortesmente después de haberse aproximado lo suficiente a ellas.- Mi nombre es Marcos Alcaraz.- La mujer dirigió una mirada fugaz al joven, quién retrocedió un paso atrás aterrado.- Todos los residentes y yo estamos de acuerdo en que la hemos visto alguna que otra vez merodear por aquí, y nos preguntamos si le apetecería pasar adentro. Hace mucho frío afuera y la noche está muy oscura.
Marcos Alcaraz tragó saliva emitiendo un extraño sonido. Laila mostró una flamante sonrisa que terminó en una risa juguetona, mientras que el tercer miembro miraba al muchacho de reojo pero sin dejar de intimidarlo.
- Si ahora le parece muy tarde, podría venir a la semana que viene. Celebramos Navidad, una fiesta muy conocida en mi país. Comeremos, beberemos y cantaremos todos juntos, como si fuéramos una familia, ¿le apetecería venir?
Marcos, sorprendido de su enorme valentía, arrugo los puños y comenzó a clavarse las uñas. Le dirigió la misma mirada que aquella mujer le estaba ofreciendo.
- Ya que no te fías de mi, podrías venir conmigo y comprobar que no estamos haciendo nada que pueda alarmarte.- Dijo Laila.
La mujer miró hacia un lado y a otro. Verdaderamente su mirada era penetrante y tan desafiante que podía cortar un silencio como un cuchillo a un papiro. Seguía ahí, inmóvil e intacta, sin moverse y sin dejar de mirar a Marcos. El chico decidió mirarla de igual manera, temiendo que un rayo fulminante procedente de la mirada verde parda de su enemiga lo paralizara como había ocurrido semanas atrás en el palacio del Consejo Supremo. Los destellos color miel de los ojos de Marcos Alcaraz chocaron en varias ocasiones con los de su contrincante. el silencio era absoluto. Finalmente, tras varios segundos en completo silencio, La mujer a la que todos solían llamar bruja retrocedió varios pasos atrás sin dejar de apartar su aniquilante mirada y se marchó perdiéndose en la oscuridad. Laila y Marcos Alcaraz se quedaron mirándose sin mediar palabra, con el rostro totalmente desencajado.
Oscar Duna corrió hacia ellos alarmado. Paró en seco y empezó a respirar fuertemente agotado. Los problemas de respiración de Oscar solían acudir a su cuerpo en invierno, y ahora parecía que estaban brotando de nuevo. Laila reaccionó y acudió a socorrerlo. No hizo falta palabras. Todos fueron a La Risueña a descansar.
Marcos Alcaraz avanzaba dando pasos lentos con las manos metidas en los bolsillos. De vez en cuando, miraba hacia atrás temiendo a que esa mujer se encontrara de nuevo observándolos. Sabía perfectamente que la cosa no había acabado en el momento en que se encontró lo suficientemente valiente como para enfrentarse a ella, pues naturalmente, ella esa bruja no querría acabar como la perdedora de esa batalla. Miró a un cielo plagado de estrellas parpadeantes y suspiró emitiendo un bao de su boca sonrosada. Su cerebro había llegado a entender dos cosas esa misma noche: la primera, que aquella mujer que todos llamaban bruja, volvería a aparecer y muy pronto. La segunda, que Laila la conocía bastante bien y era capaz de templarla. Lo verdaderamente inquietante fue el segundo descubrimiento. Laila no era de fiar.
Capítulo 2
Marcos Alcaraz y Oscar Duna salieron de La Risueña para dirigirse al Consejo Supremo. Según las previas indicaciones de Madre y Manel, la estancia no estaba muy lejos del hostal y llegarían pronto. Lo verdaderamente importante, era no demorarse por el mercado del centro de la ciudad, pues si les pillaba la noche, no sabrían como regresar.
Ambos chicos empezaron a caminar. Era un día soleado pero de un frío brutal. Niotramm estaba repleta de numerosos árboles frondosos con pajarillos cantando y aldeanas con sus trajes largos de trabajo y sus hijos a cuesta. Era muy característico de la isla que todos saludaban y mostraban sus mejores sonrisas, algo que si bien era favorecedor para ellos, no dejaba de mostrar esa desconfianza que tanto perturbaba a Marcos.
A pesar de que el camino hacia el Consejo era fácil, tuvieron que preguntar varias veces a jóvenes que se encontraban extrayendo agua de la fuente o comprando fruta y pescado en los enormes puestos del centro del islote. Todos respondían con simpatía señalado un enorme edificio que se divisaba a lo lejos y recomendando que no se dejaran ver mucho por allí si ellos mismos no los avisaban.
Después de unos treinta minutos de camino, por fin, llegaron al Consejo Supremo.
Estaba formado por un enorme edificio antiguo.- posiblemente constaba de ser un castillo o la casa de algún aristócrata importante.- que poseía alguna que otra humedad en sus esquinas.
Los jóvenes miraron impactados el enorme edificio. Se miraron, y entraron a la par.
El Consejo Supremo estaba vacío, decorado con enormes alfombras polvorientas que cubría todo el suelo. Las paredes de piedra se encontraban decoradas por pesados candelabros apagados y retratos de figuras que debieron de ser importantes en su tiempo. El edificio era muy luminoso, y por los enormes ventanales entraban unos destellos de luz formando mágicos arco-iris que inundaban la sala.
Marcos Alcaraz recapacitaba todo el tiempo lo que Madre le había dicho durante el almuerzo: "seguir el pasillo todo recto y no perderos por ninguna de las habitaciones de los lados". La idea de encontrarse a esa bruja de la que había hablado antes le inquietaba, y no era extraño decir que le ocasionaba un poco de miedo.
sus pies pararon en el mismo instante que los de su compañero al encontrarse ante una gran puerta de varios metros de alto. Marcos posó la palma de su mano sobre la superficie de la puerta, para poder objetivar con detalle las decoraciones chapadas en oro que surcaban aquel inmueble. Oscar tomó la aldaba y golpeó varias veces. Marcos le dirigió una mirada fugaz y sujetándole la mano le espetó entre susurros:
- ¿Eres idiota? ¿Por qué llamas a la puerta? ¡Quizá esta no sea la habitación a la que debamos entrar!
- ¿tienes miedo de encontrar a la bruja? ¿Es eso?.- Dijo el joven entre risas.
- ¡Cállate!
De repente las dos pesadas hojas de la puerta se abrieron y se encendió una luz. La habitación que se encontraba tras ésta era gigantesca, muy espaciosa, en cuyo interior se encontraba un escritorio de madera labrado y un enorme ventanal cuyas cortinas de lino blanco se movían al compás del aire.
En el escritorio de madera labrado se encontraba un hombre, de edad media, con profundos ojos negros y nariz aguileña que los estaba esperando. A su lado, otro hombre aún más mayor con la mirada cabizbaja y con grandes lentes oscuras.
- Bienvenidos Marcos Alcaraz y Oscar Duna. Pasad.- Dijo el primero de estos.
Los chicos dieron un paso firme, si bien estaban algo asustados. Marcos Alcaraz se mordió el labio inferior presentando síntomas de nerviosismo.
- ¿Habéis traído la carta de presentación y la carta de respuesta del Consejo Supremo?.- Dijo el individuo más mayor de lentes oscuras.- Así podremos verificar que ustedes os correspondéis con esos nombres.
Los ojos de ambos parecían que iban a salirse de sus órbitas. comenzaron a temblar y carraspearon para dar una respuesta negativa, pero no tuvieron el valor de hacerlo.
- Me lo temía.- Dijo el hombre de mediana edad.- a Carom el barquero siempre se le olvida comentarlo.
Se produjo un breve silencio. El hombre de mediana edad que presidía el escritorio los miraba fijamente, hasta que, finalmente, procedió a rasgar aquel silencio tan intimidante.
- Sí, señor vicepresidente son ellos. su mirada me lo dice.
- O su mente.- Dijo el señor de las lentes oscuras estallando en una carcajada.
- Bien, esto es muy sencillo.- El hombre de mediana edad y de profundos ojos negros se levantó de su asiento.- Soy el presidente mayor del Consejo Supremo y os he traído hasta aquí para verificar que habíais llegado.
Se produjo un breve silenció. El Presidente mayor continuó:
- Las leyes en Niotramm son muy claras: podréis hacer aquí lo que deseéis. Salir por la noche como por el día, cantar, bailar y reir. En Niotramm no os faltará de nada, ni comida ni asilo dónde hospedaros. Tras un año de residencia en esta isla, podréis formaros y trabajar en lo que gustéis, de esa manera podréis formar vuestra propia casa, casaros, y construir una familia. Esa ropa que lleváis.- Dijo El Presidente mayor señalando las camisas y chaquetas que vestían el resto de los individuos.- No podréis vestirlas más. Tendréis que proceder a vestir como el resto de los individuos, no queremos diferencia entre los pobladores.- el Presidente mayor giró su mirada hacia el vicepresidente realizando un ademán para que este continuase.
- Al igual que podéis gozar de lo que queráis, Niotramm también tiene sus restricciones: el ala sur-oeste de Niotramm está prohibida para todos los pobladores, exceptuando los miembros del Consejo Supremo. Tampoco podéis vestir ropa de color morado, aunque es imposible que encontréis un tinte o un jirón de tela en el mercado de dicho color. Y, lo más relevante, jamás podréis salir de aquí o tener contacto con el mundo exterior.
- Si decidiéramos marchar, ¿qué pasaría?.- Preguntó Oscar osadamente.
- Nadie lo ha intentado jamás en la historia de Niotramm joven.- Respondió el Presidente arrugando los ojos.
Unos minutos después, Marcos Alcaraz y Oscar Duna salieron de la enorme sala. Estaban un poco sorprendidos por la frialdad con la que habían sido tratados. Ahora, su único objetivo era llegar al hostal, darse una buena ducha de agua caliente y dormir temprano para compensar a las pesadas y largas horas de viaje. Los dos chicos se miraron inquietos, y apresuraron el paso para salir cuanto antes de aquel suculento edificio.
Oscar rompió el hielo. Odiaba ese silencio intimidante que siempre se formaba cuando Marcos lo acompañaba en situaciones un tanto difíciles. Aunque Marcos pasara a ser siempre el más tímido de ese dúo de amigos, no era así. Marcos se caracterizaba porque su apariencia física mostraba a todo un modelo de pasarela.-si bien había trabajado alguna que otra vez en hacerse un puñado de fotos para una revista o una determinada marca de ropa.- y en cuanto a su propia personalidad, era todo un seductor. Pero en situaciones difíciles, que no sabría como llevar acabo, nacía en el interior del chico un Marcos rodeado por una profunda sensación de timidez y vergüenza, que tardaba algún que otro tiempo en desaparecer.
Ambos jóvenes iban paseando por la larga alfombra granate polvorienta. Oscar hablaba de lo bonitas que eran las chicas de Niotramm y como un día de estos, se daría alguna escapadita para conocer alguna.- le quedaba toda una vida por pasar en la isla.- Marcos no le estaba prestando atención y su mirada color miel iba relamiendo cada uno de los recovecos del enorme palacio.
De pronto una sombra se cruzó frente a ellos. El primero en divisarla fue Marcos.
- ¿Has visto eso?.- Dijo Marcos parándose en seco.
- ¿El qué?
- Era una sombra negra... y mostraba la silueta de una mujer.
- La bruja sin duda.- Empezó a reir a carcajadas.- Marcos, cada vez me estás recordando más a Julius.
- Imbécil, no estoy bromeando. Apresura el ritmo.
Los chicos comenzaron a caminar más deprisa entre las carcajadas de Oscar. Por un momento, Marcos pensó que podría tratarse de una alucinación que el propio miedo de su subconsciente había fabricado. Una ráfaga de frío rozó la nuca de Oscar y éste volvió a pararse en seco. Marcos, quién dio unos pasos más al frente antes de detenerse tras la parada de su amigo, lo observó diciéndole:
-¿ Qué pasa ahora?
Oscar fue a contestar pero la misma sombra de antes volvió a pasar justo enfrente de sus ojos. Marcos giró su mirada y pudo divisar lo mismo.
- ¿Estás pensando lo mismo que yo Marcos¿.- Preguntó Oscar con una sonrisa picarona.
-¡En salir de aquí cagando leches! ¡Vamos!
Oscar retrocedió y fue siguiendo el mismo camino que la sombra que habían visto segundos atrás. Marcos lo siguió gritando que se detuviera, pues parecía que estaba viendo el futuro como si tuviera una bola de cristal y cartas del Tarot en sus manos. Oscar, haciendo caso omiso de su compañero, aceleró el paso hasta empezar a correr. Comenzó a girar pasadizos y pasillos del palacete siguiendo a aquella extraña sombra. Marcos lo seguía furioso. En alguna que otra ocasión aquella sombra pasaba por rincones de luz para que sus seguidores pudieran apreciarla con más detalle.
De repente, Oscar paró en seco. La sombra se había parado. Indudablemente, esa sombra había adquirido forma humana y se trataba de una mujer bellísima vestida de oscuro que los miraba desafiante. Oscar quiso retroceder, pues el miedo lo había inundado, pero le fue imposible. Estaba paralizado, y aquella mujer no paraba de mirarlo. Segundos después, Marcos lo alcanzó. Sus labios formaron una O mayúscula y tampoco pudo moverse ni un milímetro. la joven fue acercándose hacia ellos hasta encontrarse a tan solo un palmo. Los miró fijamente, y los dos individuos comenzaron a temblar. Oscar sentía como su corazón iba a desprenderse de su pecho y desplomarse en cuestión de segundos. Finalmente, la mujer se giró y continuó su camino.
Tras unos instantes, todo volvió a la normalidad. Marcos Alcaraz y Oscar Duna pudieron moverse. En el momento en que pudieron advertir que la cualidad del movimiento volvía a ellos comenzaron a correr si mediar ninguna palabra. Intentaron seguir el mismo recorrido anterior, pero les resultó imposible. Se miraron el uno al otro intentando buscar una solución. Pero les fue imposible. Estaban totalmente perdidos. Ya no sabían distinguir cuál era el pasillo por el que debían seguir todo recto y si se encontraban encerrados en alguna habitación. Más bien, estaban dentro de un laberinto plagado de enigmas y secretos.
Tras una hora de investigación, lograron salir de allí. durante ese período de tiempo, tenían el alma preparada para cualquier susto ante la posibilidad de volver a encontrarse con aquella mujer. A la salida, se encontraban contemplando la fachada del edificio; no tenía ningún punto de semejanza con el anterior edificio por el cuál habían entrado al palacio. Marcos Alcaraz se mordía el labio pensativo mientras que Oscar Duna mordía sus uñas apunto de arrancárselas. Cuando todo parecía que no podía ir peor, una joven los sobresaltó por atrás:
-¿Qué hacéis ustedes por aquí?.- Dijo con una voz melodiosa y musical.
Los chicos se giraron y la miraron sorprendidos. Se trataba de una joven de unos veinte años de cabello rubio que caía como una cascada de agua brillante sobre sus hombros. Tenía unos ojos grandes y redondos de color océano profundo y su sonrisa les invitaba a pensar que era una personal de la cuál podrían encontrarse seguros.
- Parece que os habéis perdido en el palacio.- Dijo riendo tras no haber respuesta de ninguno de los dos chicos.- De todas formas, aquí no podéis estar. Estáis en el ala sur-oeste de Niotramm. ¿Sabéis que está prohibida verdad?
Los chicos asintieron con la cabeza al unísono. La joven volvió a reir.
- Mi nombre es Laila. Os acompañaré hacia el otro extremo para que podáis circular libremente.
- Por favor, ¿te importaría acompañarnos por algún otro lado? Preferiría no volver a cruzar más ese palacio.- Respondió Oscar pálido.
Laila volvió a reir llevándose las manos a la boca.
- Me imagino que la habéis visto y os ha asustado. Es inofensiva, salvo en el caso que se le moleste.
¿No la habréis molestado, no?
Los latidos del corazón de Marcos Alcaraz sonaban desde la otra punta de Niotramm.
- Este imbécil se puso a perseguirla.- Dijo Marcos señalando a su compañero.
Laila enarcó las cejas, y su rostro alegre cambió.
-¿ Os habéis atrevido a hacer eso? ¿Os ha hecho daño?
- Para mi que era la bruja de la que tanto habla la gente. Nos miró fíjamente y nos paralizó.- Respondió Oscar al momento que Laila suspiraba aliviada.
- Ha sido un toque de atención. Y sí, ella es la bruja que ustedes llamáis.
Laila se dispuso a acompañar a sus dos nuevos amigos fuera del ala sur-oeste de Niotramm. Comenzó a explicarle con más detalle el funcionamiento de la isla. Aquella zona de Niotramm que se encontraba prohibida de recibir visita alguna respecto al resto de los pobladores, era el lugar de residencia del Consejo Supremo. Y también el de aquella bruja.
La joven decidió acompañarlos hasta "La Risueña" pues ya había anochecido y estaba segura de que volverían a perderse. Como forma de agradecimiento, ambos jóvenes la invitaron a cenar en el hostal, y aunque no habían contado con la aprobación de Madre, estaban seguros que no pondría ningún inconveniente.
Madre los esperaba en el comedor enojada. Se encontraba fregando la enorme mesa de roble, ya que todos los habitantes de La Risueña habían cenado hace rato.
- ¿Se puede saber dónde estabais? ¡Me teníais preocupada! ¡Iba a salir en vuestra busca!.- El rostro de Madre cambió cuando vio a una chica asomarse por la espalda de Oscar.- ¿Tenemos visita?
- Lo sentimos Madre, pero nos perdimos y Laila fue la que nos ha acompañado al hostal. Si no fuera por ella, hubiéramos dormido hoy en la calle. La hemos invitado a cenar a modo de agradecimiento. ¿Le parce bien?
- ¡Claro que si joven! Por favor cariño.- dijo Madre otorgando su mejor sonrisa.- Siéntate. Disculpa el desorden, pero estaba recogiendo esto un poco. ¿Te gusta el pescado con patatas al horno?
Laila asintió afirmativamente. Todos comenzaron a cenar mientras Madre fregaba los platos al mismo tiempo que le iban relatando la historia vivida en el palacete del Consejo Supremo. Madre no dejaba de estar sorprendida y a cada instante se presignaba. Laila echaba a reir muy a menudo debido al esparpajo de la hostelera. Cuando hubieron terminado de cenar, Madre invitó a dormir a Laila, pues ya era noche cerrada, pero ésta se negó en varias ocasiones. Cuando la joven se marchó del hostal, pareció que todo volvió a la normalidad.
- Bueno jovencitos, es hora de descansar.- Dijo Madre secando sus manos con un sucio trapo.- Ha sido un día agotador.
- ¿Usted no viene a dormir Madre?.- Preguntó Marcos retirándose de su asiento.
- ¡Oh no! Tengo aún que limpiar un poco esto y preparar la lista de la compra para mañana. ¡Soy la última en dormir en este hostal!
- La ayudaremos a limpiar Madre.- Dijo Marcos mostrando una flamante sonrisa de su perfecta dentadura. Era la primera vez en todo el día que sonreía.
- Así la compensaremos por el mal rato que le hemos hecho pasar.- Guiñó un ojo Oscar de manera juguetona.
- ¡Por favor! ¡De ninguna manera! Del hostal me encargo yo. No puedo pedir a mis residentes que hagan mis labores. ¡No, no y no! Este es mi trabajo y lo hago encantada.
- Pues de aquí en adelante la ayudaremos todos. Podemos crear un horario.- Dijo Marcos arrancando una hoja de papel de un cuaderno y apoyándose en la robusta mesa de roble.- Por ejemplo: los lunes podemos hacer la comida Oscar y yo y los martes por la noche limpiamos... Manel se puede encargar del desayuno y Denis de la cena.
- ¡A mi me parece bien!.- Exclamó Oscar
- ¡Ay niños! Si Manel no sabe poner una olla en fuego...
- ¡Pues lo enseñaremos!.- Respondieron los dos muchachos a coro.
Se llevaron poco tiempo planificando un horario al mismo tiempo que Madre le contaba alguna curiosidad sobre la isla.
Pero la alegría acaba en el momento en el que Laila cruzó la puerta de La Risueña. Se dispuso a caminar de vuelta al hogar cuando alguien la agarró por el brazo y la ocultó tras un matorral.
- ¿Se puede saber que hacías allí?
- Sólo los he acompañado, no se sabían el camino Meg.
- ¡Pues que se hubieran perdido! No te volverás a acercar más a ellos, ¿entendido?
- ¿Por qué? ¡No eres nadie para prohibirme que tengo qué hacer!.- Le espetó Laila con crueldad.
- No vuelvas a hablarme así.- La otra persona con la que Laila entablaba una conversación la miró desafiante.
- Soy la única persona en toda la isla que no te tiene miedo Meg. ¿No lo recuerdas?
- Sólo te digo que tenemos un pacto, un proyecto pendiente. Espero que no se te vaya la lengua con tus nuevos amigos. Sino tendré que darles otro toque de advertencia para que dejen de meterse en lo que no le importa.
- ¿Como el de esta tarde? Por favor Meg, ¡los asustaste!
- Pues ya que eres su nueva amiga, te encomiendo la difícil tarea de prevenirlos contra mi.
Laila se cruzó de brazos mirando hacia abajo. No tenía ningún interés en seguir con la discusión. Haría lo que ella deseara como siempre había hecho. Sus mejillas se encontraban encendidas y resoplaba furiosa.
La joven con la que hablaba dio media vuelta y continuó su camino en dirección contraria hasta desaparecer en la profunda oscuridad de Niotramm.
Ambos chicos empezaron a caminar. Era un día soleado pero de un frío brutal. Niotramm estaba repleta de numerosos árboles frondosos con pajarillos cantando y aldeanas con sus trajes largos de trabajo y sus hijos a cuesta. Era muy característico de la isla que todos saludaban y mostraban sus mejores sonrisas, algo que si bien era favorecedor para ellos, no dejaba de mostrar esa desconfianza que tanto perturbaba a Marcos.
A pesar de que el camino hacia el Consejo era fácil, tuvieron que preguntar varias veces a jóvenes que se encontraban extrayendo agua de la fuente o comprando fruta y pescado en los enormes puestos del centro del islote. Todos respondían con simpatía señalado un enorme edificio que se divisaba a lo lejos y recomendando que no se dejaran ver mucho por allí si ellos mismos no los avisaban.
Después de unos treinta minutos de camino, por fin, llegaron al Consejo Supremo.
Estaba formado por un enorme edificio antiguo.- posiblemente constaba de ser un castillo o la casa de algún aristócrata importante.- que poseía alguna que otra humedad en sus esquinas.
Los jóvenes miraron impactados el enorme edificio. Se miraron, y entraron a la par.
El Consejo Supremo estaba vacío, decorado con enormes alfombras polvorientas que cubría todo el suelo. Las paredes de piedra se encontraban decoradas por pesados candelabros apagados y retratos de figuras que debieron de ser importantes en su tiempo. El edificio era muy luminoso, y por los enormes ventanales entraban unos destellos de luz formando mágicos arco-iris que inundaban la sala.
Marcos Alcaraz recapacitaba todo el tiempo lo que Madre le había dicho durante el almuerzo: "seguir el pasillo todo recto y no perderos por ninguna de las habitaciones de los lados". La idea de encontrarse a esa bruja de la que había hablado antes le inquietaba, y no era extraño decir que le ocasionaba un poco de miedo.
sus pies pararon en el mismo instante que los de su compañero al encontrarse ante una gran puerta de varios metros de alto. Marcos posó la palma de su mano sobre la superficie de la puerta, para poder objetivar con detalle las decoraciones chapadas en oro que surcaban aquel inmueble. Oscar tomó la aldaba y golpeó varias veces. Marcos le dirigió una mirada fugaz y sujetándole la mano le espetó entre susurros:
- ¿Eres idiota? ¿Por qué llamas a la puerta? ¡Quizá esta no sea la habitación a la que debamos entrar!
- ¿tienes miedo de encontrar a la bruja? ¿Es eso?.- Dijo el joven entre risas.
- ¡Cállate!
De repente las dos pesadas hojas de la puerta se abrieron y se encendió una luz. La habitación que se encontraba tras ésta era gigantesca, muy espaciosa, en cuyo interior se encontraba un escritorio de madera labrado y un enorme ventanal cuyas cortinas de lino blanco se movían al compás del aire.
En el escritorio de madera labrado se encontraba un hombre, de edad media, con profundos ojos negros y nariz aguileña que los estaba esperando. A su lado, otro hombre aún más mayor con la mirada cabizbaja y con grandes lentes oscuras.
- Bienvenidos Marcos Alcaraz y Oscar Duna. Pasad.- Dijo el primero de estos.
Los chicos dieron un paso firme, si bien estaban algo asustados. Marcos Alcaraz se mordió el labio inferior presentando síntomas de nerviosismo.
- ¿Habéis traído la carta de presentación y la carta de respuesta del Consejo Supremo?.- Dijo el individuo más mayor de lentes oscuras.- Así podremos verificar que ustedes os correspondéis con esos nombres.
Los ojos de ambos parecían que iban a salirse de sus órbitas. comenzaron a temblar y carraspearon para dar una respuesta negativa, pero no tuvieron el valor de hacerlo.
- Me lo temía.- Dijo el hombre de mediana edad.- a Carom el barquero siempre se le olvida comentarlo.
Se produjo un breve silencio. El hombre de mediana edad que presidía el escritorio los miraba fijamente, hasta que, finalmente, procedió a rasgar aquel silencio tan intimidante.
- Sí, señor vicepresidente son ellos. su mirada me lo dice.
- O su mente.- Dijo el señor de las lentes oscuras estallando en una carcajada.
- Bien, esto es muy sencillo.- El hombre de mediana edad y de profundos ojos negros se levantó de su asiento.- Soy el presidente mayor del Consejo Supremo y os he traído hasta aquí para verificar que habíais llegado.
Se produjo un breve silenció. El Presidente mayor continuó:
- Las leyes en Niotramm son muy claras: podréis hacer aquí lo que deseéis. Salir por la noche como por el día, cantar, bailar y reir. En Niotramm no os faltará de nada, ni comida ni asilo dónde hospedaros. Tras un año de residencia en esta isla, podréis formaros y trabajar en lo que gustéis, de esa manera podréis formar vuestra propia casa, casaros, y construir una familia. Esa ropa que lleváis.- Dijo El Presidente mayor señalando las camisas y chaquetas que vestían el resto de los individuos.- No podréis vestirlas más. Tendréis que proceder a vestir como el resto de los individuos, no queremos diferencia entre los pobladores.- el Presidente mayor giró su mirada hacia el vicepresidente realizando un ademán para que este continuase.
- Al igual que podéis gozar de lo que queráis, Niotramm también tiene sus restricciones: el ala sur-oeste de Niotramm está prohibida para todos los pobladores, exceptuando los miembros del Consejo Supremo. Tampoco podéis vestir ropa de color morado, aunque es imposible que encontréis un tinte o un jirón de tela en el mercado de dicho color. Y, lo más relevante, jamás podréis salir de aquí o tener contacto con el mundo exterior.
- Si decidiéramos marchar, ¿qué pasaría?.- Preguntó Oscar osadamente.
- Nadie lo ha intentado jamás en la historia de Niotramm joven.- Respondió el Presidente arrugando los ojos.
Unos minutos después, Marcos Alcaraz y Oscar Duna salieron de la enorme sala. Estaban un poco sorprendidos por la frialdad con la que habían sido tratados. Ahora, su único objetivo era llegar al hostal, darse una buena ducha de agua caliente y dormir temprano para compensar a las pesadas y largas horas de viaje. Los dos chicos se miraron inquietos, y apresuraron el paso para salir cuanto antes de aquel suculento edificio.
Oscar rompió el hielo. Odiaba ese silencio intimidante que siempre se formaba cuando Marcos lo acompañaba en situaciones un tanto difíciles. Aunque Marcos pasara a ser siempre el más tímido de ese dúo de amigos, no era así. Marcos se caracterizaba porque su apariencia física mostraba a todo un modelo de pasarela.-si bien había trabajado alguna que otra vez en hacerse un puñado de fotos para una revista o una determinada marca de ropa.- y en cuanto a su propia personalidad, era todo un seductor. Pero en situaciones difíciles, que no sabría como llevar acabo, nacía en el interior del chico un Marcos rodeado por una profunda sensación de timidez y vergüenza, que tardaba algún que otro tiempo en desaparecer.
Ambos jóvenes iban paseando por la larga alfombra granate polvorienta. Oscar hablaba de lo bonitas que eran las chicas de Niotramm y como un día de estos, se daría alguna escapadita para conocer alguna.- le quedaba toda una vida por pasar en la isla.- Marcos no le estaba prestando atención y su mirada color miel iba relamiendo cada uno de los recovecos del enorme palacio.
De pronto una sombra se cruzó frente a ellos. El primero en divisarla fue Marcos.
- ¿Has visto eso?.- Dijo Marcos parándose en seco.
- ¿El qué?
- Era una sombra negra... y mostraba la silueta de una mujer.
- La bruja sin duda.- Empezó a reir a carcajadas.- Marcos, cada vez me estás recordando más a Julius.
- Imbécil, no estoy bromeando. Apresura el ritmo.
Los chicos comenzaron a caminar más deprisa entre las carcajadas de Oscar. Por un momento, Marcos pensó que podría tratarse de una alucinación que el propio miedo de su subconsciente había fabricado. Una ráfaga de frío rozó la nuca de Oscar y éste volvió a pararse en seco. Marcos, quién dio unos pasos más al frente antes de detenerse tras la parada de su amigo, lo observó diciéndole:
-¿ Qué pasa ahora?
Oscar fue a contestar pero la misma sombra de antes volvió a pasar justo enfrente de sus ojos. Marcos giró su mirada y pudo divisar lo mismo.
- ¿Estás pensando lo mismo que yo Marcos¿.- Preguntó Oscar con una sonrisa picarona.
-¡En salir de aquí cagando leches! ¡Vamos!
Oscar retrocedió y fue siguiendo el mismo camino que la sombra que habían visto segundos atrás. Marcos lo siguió gritando que se detuviera, pues parecía que estaba viendo el futuro como si tuviera una bola de cristal y cartas del Tarot en sus manos. Oscar, haciendo caso omiso de su compañero, aceleró el paso hasta empezar a correr. Comenzó a girar pasadizos y pasillos del palacete siguiendo a aquella extraña sombra. Marcos lo seguía furioso. En alguna que otra ocasión aquella sombra pasaba por rincones de luz para que sus seguidores pudieran apreciarla con más detalle.
De repente, Oscar paró en seco. La sombra se había parado. Indudablemente, esa sombra había adquirido forma humana y se trataba de una mujer bellísima vestida de oscuro que los miraba desafiante. Oscar quiso retroceder, pues el miedo lo había inundado, pero le fue imposible. Estaba paralizado, y aquella mujer no paraba de mirarlo. Segundos después, Marcos lo alcanzó. Sus labios formaron una O mayúscula y tampoco pudo moverse ni un milímetro. la joven fue acercándose hacia ellos hasta encontrarse a tan solo un palmo. Los miró fijamente, y los dos individuos comenzaron a temblar. Oscar sentía como su corazón iba a desprenderse de su pecho y desplomarse en cuestión de segundos. Finalmente, la mujer se giró y continuó su camino.
Tras unos instantes, todo volvió a la normalidad. Marcos Alcaraz y Oscar Duna pudieron moverse. En el momento en que pudieron advertir que la cualidad del movimiento volvía a ellos comenzaron a correr si mediar ninguna palabra. Intentaron seguir el mismo recorrido anterior, pero les resultó imposible. Se miraron el uno al otro intentando buscar una solución. Pero les fue imposible. Estaban totalmente perdidos. Ya no sabían distinguir cuál era el pasillo por el que debían seguir todo recto y si se encontraban encerrados en alguna habitación. Más bien, estaban dentro de un laberinto plagado de enigmas y secretos.
Tras una hora de investigación, lograron salir de allí. durante ese período de tiempo, tenían el alma preparada para cualquier susto ante la posibilidad de volver a encontrarse con aquella mujer. A la salida, se encontraban contemplando la fachada del edificio; no tenía ningún punto de semejanza con el anterior edificio por el cuál habían entrado al palacio. Marcos Alcaraz se mordía el labio pensativo mientras que Oscar Duna mordía sus uñas apunto de arrancárselas. Cuando todo parecía que no podía ir peor, una joven los sobresaltó por atrás:
-¿Qué hacéis ustedes por aquí?.- Dijo con una voz melodiosa y musical.
Los chicos se giraron y la miraron sorprendidos. Se trataba de una joven de unos veinte años de cabello rubio que caía como una cascada de agua brillante sobre sus hombros. Tenía unos ojos grandes y redondos de color océano profundo y su sonrisa les invitaba a pensar que era una personal de la cuál podrían encontrarse seguros.
- Parece que os habéis perdido en el palacio.- Dijo riendo tras no haber respuesta de ninguno de los dos chicos.- De todas formas, aquí no podéis estar. Estáis en el ala sur-oeste de Niotramm. ¿Sabéis que está prohibida verdad?
Los chicos asintieron con la cabeza al unísono. La joven volvió a reir.
- Mi nombre es Laila. Os acompañaré hacia el otro extremo para que podáis circular libremente.
- Por favor, ¿te importaría acompañarnos por algún otro lado? Preferiría no volver a cruzar más ese palacio.- Respondió Oscar pálido.
Laila volvió a reir llevándose las manos a la boca.
- Me imagino que la habéis visto y os ha asustado. Es inofensiva, salvo en el caso que se le moleste.
¿No la habréis molestado, no?
Los latidos del corazón de Marcos Alcaraz sonaban desde la otra punta de Niotramm.
- Este imbécil se puso a perseguirla.- Dijo Marcos señalando a su compañero.
Laila enarcó las cejas, y su rostro alegre cambió.
-¿ Os habéis atrevido a hacer eso? ¿Os ha hecho daño?
- Para mi que era la bruja de la que tanto habla la gente. Nos miró fíjamente y nos paralizó.- Respondió Oscar al momento que Laila suspiraba aliviada.
- Ha sido un toque de atención. Y sí, ella es la bruja que ustedes llamáis.
Laila se dispuso a acompañar a sus dos nuevos amigos fuera del ala sur-oeste de Niotramm. Comenzó a explicarle con más detalle el funcionamiento de la isla. Aquella zona de Niotramm que se encontraba prohibida de recibir visita alguna respecto al resto de los pobladores, era el lugar de residencia del Consejo Supremo. Y también el de aquella bruja.
La joven decidió acompañarlos hasta "La Risueña" pues ya había anochecido y estaba segura de que volverían a perderse. Como forma de agradecimiento, ambos jóvenes la invitaron a cenar en el hostal, y aunque no habían contado con la aprobación de Madre, estaban seguros que no pondría ningún inconveniente.
Madre los esperaba en el comedor enojada. Se encontraba fregando la enorme mesa de roble, ya que todos los habitantes de La Risueña habían cenado hace rato.
- ¿Se puede saber dónde estabais? ¡Me teníais preocupada! ¡Iba a salir en vuestra busca!.- El rostro de Madre cambió cuando vio a una chica asomarse por la espalda de Oscar.- ¿Tenemos visita?
- Lo sentimos Madre, pero nos perdimos y Laila fue la que nos ha acompañado al hostal. Si no fuera por ella, hubiéramos dormido hoy en la calle. La hemos invitado a cenar a modo de agradecimiento. ¿Le parce bien?
- ¡Claro que si joven! Por favor cariño.- dijo Madre otorgando su mejor sonrisa.- Siéntate. Disculpa el desorden, pero estaba recogiendo esto un poco. ¿Te gusta el pescado con patatas al horno?
Laila asintió afirmativamente. Todos comenzaron a cenar mientras Madre fregaba los platos al mismo tiempo que le iban relatando la historia vivida en el palacete del Consejo Supremo. Madre no dejaba de estar sorprendida y a cada instante se presignaba. Laila echaba a reir muy a menudo debido al esparpajo de la hostelera. Cuando hubieron terminado de cenar, Madre invitó a dormir a Laila, pues ya era noche cerrada, pero ésta se negó en varias ocasiones. Cuando la joven se marchó del hostal, pareció que todo volvió a la normalidad.
- Bueno jovencitos, es hora de descansar.- Dijo Madre secando sus manos con un sucio trapo.- Ha sido un día agotador.
- ¿Usted no viene a dormir Madre?.- Preguntó Marcos retirándose de su asiento.
- ¡Oh no! Tengo aún que limpiar un poco esto y preparar la lista de la compra para mañana. ¡Soy la última en dormir en este hostal!
- La ayudaremos a limpiar Madre.- Dijo Marcos mostrando una flamante sonrisa de su perfecta dentadura. Era la primera vez en todo el día que sonreía.
- Así la compensaremos por el mal rato que le hemos hecho pasar.- Guiñó un ojo Oscar de manera juguetona.
- ¡Por favor! ¡De ninguna manera! Del hostal me encargo yo. No puedo pedir a mis residentes que hagan mis labores. ¡No, no y no! Este es mi trabajo y lo hago encantada.
- Pues de aquí en adelante la ayudaremos todos. Podemos crear un horario.- Dijo Marcos arrancando una hoja de papel de un cuaderno y apoyándose en la robusta mesa de roble.- Por ejemplo: los lunes podemos hacer la comida Oscar y yo y los martes por la noche limpiamos... Manel se puede encargar del desayuno y Denis de la cena.
- ¡A mi me parece bien!.- Exclamó Oscar
- ¡Ay niños! Si Manel no sabe poner una olla en fuego...
- ¡Pues lo enseñaremos!.- Respondieron los dos muchachos a coro.
Se llevaron poco tiempo planificando un horario al mismo tiempo que Madre le contaba alguna curiosidad sobre la isla.
Pero la alegría acaba en el momento en el que Laila cruzó la puerta de La Risueña. Se dispuso a caminar de vuelta al hogar cuando alguien la agarró por el brazo y la ocultó tras un matorral.
- ¿Se puede saber que hacías allí?
- Sólo los he acompañado, no se sabían el camino Meg.
- ¡Pues que se hubieran perdido! No te volverás a acercar más a ellos, ¿entendido?
- ¿Por qué? ¡No eres nadie para prohibirme que tengo qué hacer!.- Le espetó Laila con crueldad.
- No vuelvas a hablarme así.- La otra persona con la que Laila entablaba una conversación la miró desafiante.
- Soy la única persona en toda la isla que no te tiene miedo Meg. ¿No lo recuerdas?
- Sólo te digo que tenemos un pacto, un proyecto pendiente. Espero que no se te vaya la lengua con tus nuevos amigos. Sino tendré que darles otro toque de advertencia para que dejen de meterse en lo que no le importa.
- ¿Como el de esta tarde? Por favor Meg, ¡los asustaste!
- Pues ya que eres su nueva amiga, te encomiendo la difícil tarea de prevenirlos contra mi.
Laila se cruzó de brazos mirando hacia abajo. No tenía ningún interés en seguir con la discusión. Haría lo que ella deseara como siempre había hecho. Sus mejillas se encontraban encendidas y resoplaba furiosa.
La joven con la que hablaba dio media vuelta y continuó su camino en dirección contraria hasta desaparecer en la profunda oscuridad de Niotramm.
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