Marcos Alcaraz y Oscar Duna salieron de La Risueña para dirigirse al Consejo Supremo. Según las previas indicaciones de Madre y Manel, la estancia no estaba muy lejos del hostal y llegarían pronto. Lo verdaderamente importante, era no demorarse por el mercado del centro de la ciudad, pues si les pillaba la noche, no sabrían como regresar.
Ambos chicos empezaron a caminar. Era un día soleado pero de un frío brutal. Niotramm estaba repleta de numerosos árboles frondosos con pajarillos cantando y aldeanas con sus trajes largos de trabajo y sus hijos a cuesta. Era muy característico de la isla que todos saludaban y mostraban sus mejores sonrisas, algo que si bien era favorecedor para ellos, no dejaba de mostrar esa desconfianza que tanto perturbaba a Marcos.
A pesar de que el camino hacia el Consejo era fácil, tuvieron que preguntar varias veces a jóvenes que se encontraban extrayendo agua de la fuente o comprando fruta y pescado en los enormes puestos del centro del islote. Todos respondían con simpatía señalado un enorme edificio que se divisaba a lo lejos y recomendando que no se dejaran ver mucho por allí si ellos mismos no los avisaban.
Después de unos treinta minutos de camino, por fin, llegaron al Consejo Supremo.
Estaba formado por un enorme edificio antiguo.- posiblemente constaba de ser un castillo o la casa de algún aristócrata importante.- que poseía alguna que otra humedad en sus esquinas.
Los jóvenes miraron impactados el enorme edificio. Se miraron, y entraron a la par.
El Consejo Supremo estaba vacío, decorado con enormes alfombras polvorientas que cubría todo el suelo. Las paredes de piedra se encontraban decoradas por pesados candelabros apagados y retratos de figuras que debieron de ser importantes en su tiempo. El edificio era muy luminoso, y por los enormes ventanales entraban unos destellos de luz formando mágicos arco-iris que inundaban la sala.
Marcos Alcaraz recapacitaba todo el tiempo lo que Madre le había dicho durante el almuerzo: "seguir el pasillo todo recto y no perderos por ninguna de las habitaciones de los lados". La idea de encontrarse a esa bruja de la que había hablado antes le inquietaba, y no era extraño decir que le ocasionaba un poco de miedo.
sus pies pararon en el mismo instante que los de su compañero al encontrarse ante una gran puerta de varios metros de alto. Marcos posó la palma de su mano sobre la superficie de la puerta, para poder objetivar con detalle las decoraciones chapadas en oro que surcaban aquel inmueble. Oscar tomó la aldaba y golpeó varias veces. Marcos le dirigió una mirada fugaz y sujetándole la mano le espetó entre susurros:
- ¿Eres idiota? ¿Por qué llamas a la puerta? ¡Quizá esta no sea la habitación a la que debamos entrar!
- ¿tienes miedo de encontrar a la bruja? ¿Es eso?.- Dijo el joven entre risas.
- ¡Cállate!
De repente las dos pesadas hojas de la puerta se abrieron y se encendió una luz. La habitación que se encontraba tras ésta era gigantesca, muy espaciosa, en cuyo interior se encontraba un escritorio de madera labrado y un enorme ventanal cuyas cortinas de lino blanco se movían al compás del aire.
En el escritorio de madera labrado se encontraba un hombre, de edad media, con profundos ojos negros y nariz aguileña que los estaba esperando. A su lado, otro hombre aún más mayor con la mirada cabizbaja y con grandes lentes oscuras.
- Bienvenidos Marcos Alcaraz y Oscar Duna. Pasad.- Dijo el primero de estos.
Los chicos dieron un paso firme, si bien estaban algo asustados. Marcos Alcaraz se mordió el labio inferior presentando síntomas de nerviosismo.
- ¿Habéis traído la carta de presentación y la carta de respuesta del Consejo Supremo?.- Dijo el individuo más mayor de lentes oscuras.- Así podremos verificar que ustedes os correspondéis con esos nombres.
Los ojos de ambos parecían que iban a salirse de sus órbitas. comenzaron a temblar y carraspearon para dar una respuesta negativa, pero no tuvieron el valor de hacerlo.
- Me lo temía.- Dijo el hombre de mediana edad.- a Carom el barquero siempre se le olvida comentarlo.
Se produjo un breve silencio. El hombre de mediana edad que presidía el escritorio los miraba fijamente, hasta que, finalmente, procedió a rasgar aquel silencio tan intimidante.
- Sí, señor vicepresidente son ellos. su mirada me lo dice.
- O su mente.- Dijo el señor de las lentes oscuras estallando en una carcajada.
- Bien, esto es muy sencillo.- El hombre de mediana edad y de profundos ojos negros se levantó de su asiento.- Soy el presidente mayor del Consejo Supremo y os he traído hasta aquí para verificar que habíais llegado.
Se produjo un breve silenció. El Presidente mayor continuó:
- Las leyes en Niotramm son muy claras: podréis hacer aquí lo que deseéis. Salir por la noche como por el día, cantar, bailar y reir. En Niotramm no os faltará de nada, ni comida ni asilo dónde hospedaros. Tras un año de residencia en esta isla, podréis formaros y trabajar en lo que gustéis, de esa manera podréis formar vuestra propia casa, casaros, y construir una familia. Esa ropa que lleváis.- Dijo El Presidente mayor señalando las camisas y chaquetas que vestían el resto de los individuos.- No podréis vestirlas más. Tendréis que proceder a vestir como el resto de los individuos, no queremos diferencia entre los pobladores.- el Presidente mayor giró su mirada hacia el vicepresidente realizando un ademán para que este continuase.
- Al igual que podéis gozar de lo que queráis, Niotramm también tiene sus restricciones: el ala sur-oeste de Niotramm está prohibida para todos los pobladores, exceptuando los miembros del Consejo Supremo. Tampoco podéis vestir ropa de color morado, aunque es imposible que encontréis un tinte o un jirón de tela en el mercado de dicho color. Y, lo más relevante, jamás podréis salir de aquí o tener contacto con el mundo exterior.
- Si decidiéramos marchar, ¿qué pasaría?.- Preguntó Oscar osadamente.
- Nadie lo ha intentado jamás en la historia de Niotramm joven.- Respondió el Presidente arrugando los ojos.
Unos minutos después, Marcos Alcaraz y Oscar Duna salieron de la enorme sala. Estaban un poco sorprendidos por la frialdad con la que habían sido tratados. Ahora, su único objetivo era llegar al hostal, darse una buena ducha de agua caliente y dormir temprano para compensar a las pesadas y largas horas de viaje. Los dos chicos se miraron inquietos, y apresuraron el paso para salir cuanto antes de aquel suculento edificio.
Oscar rompió el hielo. Odiaba ese silencio intimidante que siempre se formaba cuando Marcos lo acompañaba en situaciones un tanto difíciles. Aunque Marcos pasara a ser siempre el más tímido de ese dúo de amigos, no era así. Marcos se caracterizaba porque su apariencia física mostraba a todo un modelo de pasarela.-si bien había trabajado alguna que otra vez en hacerse un puñado de fotos para una revista o una determinada marca de ropa.- y en cuanto a su propia personalidad, era todo un seductor. Pero en situaciones difíciles, que no sabría como llevar acabo, nacía en el interior del chico un Marcos rodeado por una profunda sensación de timidez y vergüenza, que tardaba algún que otro tiempo en desaparecer.
Ambos jóvenes iban paseando por la larga alfombra granate polvorienta. Oscar hablaba de lo bonitas que eran las chicas de Niotramm y como un día de estos, se daría alguna escapadita para conocer alguna.- le quedaba toda una vida por pasar en la isla.- Marcos no le estaba prestando atención y su mirada color miel iba relamiendo cada uno de los recovecos del enorme palacio.
De pronto una sombra se cruzó frente a ellos. El primero en divisarla fue Marcos.
- ¿Has visto eso?.- Dijo Marcos parándose en seco.
- ¿El qué?
- Era una sombra negra... y mostraba la silueta de una mujer.
- La bruja sin duda.- Empezó a reir a carcajadas.- Marcos, cada vez me estás recordando más a Julius.
- Imbécil, no estoy bromeando. Apresura el ritmo.
Los chicos comenzaron a caminar más deprisa entre las carcajadas de Oscar. Por un momento, Marcos pensó que podría tratarse de una alucinación que el propio miedo de su subconsciente había fabricado. Una ráfaga de frío rozó la nuca de Oscar y éste volvió a pararse en seco. Marcos, quién dio unos pasos más al frente antes de detenerse tras la parada de su amigo, lo observó diciéndole:
-¿ Qué pasa ahora?
Oscar fue a contestar pero la misma sombra de antes volvió a pasar justo enfrente de sus ojos. Marcos giró su mirada y pudo divisar lo mismo.
- ¿Estás pensando lo mismo que yo Marcos¿.- Preguntó Oscar con una sonrisa picarona.
-¡En salir de aquí cagando leches! ¡Vamos!
Oscar retrocedió y fue siguiendo el mismo camino que la sombra que habían visto segundos atrás. Marcos lo siguió gritando que se detuviera, pues parecía que estaba viendo el futuro como si tuviera una bola de cristal y cartas del Tarot en sus manos. Oscar, haciendo caso omiso de su compañero, aceleró el paso hasta empezar a correr. Comenzó a girar pasadizos y pasillos del palacete siguiendo a aquella extraña sombra. Marcos lo seguía furioso. En alguna que otra ocasión aquella sombra pasaba por rincones de luz para que sus seguidores pudieran apreciarla con más detalle.
De repente, Oscar paró en seco. La sombra se había parado. Indudablemente, esa sombra había adquirido forma humana y se trataba de una mujer bellísima vestida de oscuro que los miraba desafiante. Oscar quiso retroceder, pues el miedo lo había inundado, pero le fue imposible. Estaba paralizado, y aquella mujer no paraba de mirarlo. Segundos después, Marcos lo alcanzó. Sus labios formaron una O mayúscula y tampoco pudo moverse ni un milímetro. la joven fue acercándose hacia ellos hasta encontrarse a tan solo un palmo. Los miró fijamente, y los dos individuos comenzaron a temblar. Oscar sentía como su corazón iba a desprenderse de su pecho y desplomarse en cuestión de segundos. Finalmente, la mujer se giró y continuó su camino.
Tras unos instantes, todo volvió a la normalidad. Marcos Alcaraz y Oscar Duna pudieron moverse. En el momento en que pudieron advertir que la cualidad del movimiento volvía a ellos comenzaron a correr si mediar ninguna palabra. Intentaron seguir el mismo recorrido anterior, pero les resultó imposible. Se miraron el uno al otro intentando buscar una solución. Pero les fue imposible. Estaban totalmente perdidos. Ya no sabían distinguir cuál era el pasillo por el que debían seguir todo recto y si se encontraban encerrados en alguna habitación. Más bien, estaban dentro de un laberinto plagado de enigmas y secretos.
Tras una hora de investigación, lograron salir de allí. durante ese período de tiempo, tenían el alma preparada para cualquier susto ante la posibilidad de volver a encontrarse con aquella mujer. A la salida, se encontraban contemplando la fachada del edificio; no tenía ningún punto de semejanza con el anterior edificio por el cuál habían entrado al palacio. Marcos Alcaraz se mordía el labio pensativo mientras que Oscar Duna mordía sus uñas apunto de arrancárselas. Cuando todo parecía que no podía ir peor, una joven los sobresaltó por atrás:
-¿Qué hacéis ustedes por aquí?.- Dijo con una voz melodiosa y musical.
Los chicos se giraron y la miraron sorprendidos. Se trataba de una joven de unos veinte años de cabello rubio que caía como una cascada de agua brillante sobre sus hombros. Tenía unos ojos grandes y redondos de color océano profundo y su sonrisa les invitaba a pensar que era una personal de la cuál podrían encontrarse seguros.
- Parece que os habéis perdido en el palacio.- Dijo riendo tras no haber respuesta de ninguno de los dos chicos.- De todas formas, aquí no podéis estar. Estáis en el ala sur-oeste de Niotramm. ¿Sabéis que está prohibida verdad?
Los chicos asintieron con la cabeza al unísono. La joven volvió a reir.
- Mi nombre es Laila. Os acompañaré hacia el otro extremo para que podáis circular libremente.
- Por favor, ¿te importaría acompañarnos por algún otro lado? Preferiría no volver a cruzar más ese palacio.- Respondió Oscar pálido.
Laila volvió a reir llevándose las manos a la boca.
- Me imagino que la habéis visto y os ha asustado. Es inofensiva, salvo en el caso que se le moleste.
¿No la habréis molestado, no?
Los latidos del corazón de Marcos Alcaraz sonaban desde la otra punta de Niotramm.
- Este imbécil se puso a perseguirla.- Dijo Marcos señalando a su compañero.
Laila enarcó las cejas, y su rostro alegre cambió.
-¿ Os habéis atrevido a hacer eso? ¿Os ha hecho daño?
- Para mi que era la bruja de la que tanto habla la gente. Nos miró fíjamente y nos paralizó.- Respondió Oscar al momento que Laila suspiraba aliviada.
- Ha sido un toque de atención. Y sí, ella es la bruja que ustedes llamáis.
Laila se dispuso a acompañar a sus dos nuevos amigos fuera del ala sur-oeste de Niotramm. Comenzó a explicarle con más detalle el funcionamiento de la isla. Aquella zona de Niotramm que se encontraba prohibida de recibir visita alguna respecto al resto de los pobladores, era el lugar de residencia del Consejo Supremo. Y también el de aquella bruja.
La joven decidió acompañarlos hasta "La Risueña" pues ya había anochecido y estaba segura de que volverían a perderse. Como forma de agradecimiento, ambos jóvenes la invitaron a cenar en el hostal, y aunque no habían contado con la aprobación de Madre, estaban seguros que no pondría ningún inconveniente.
Madre los esperaba en el comedor enojada. Se encontraba fregando la enorme mesa de roble, ya que todos los habitantes de La Risueña habían cenado hace rato.
- ¿Se puede saber dónde estabais? ¡Me teníais preocupada! ¡Iba a salir en vuestra busca!.- El rostro de Madre cambió cuando vio a una chica asomarse por la espalda de Oscar.- ¿Tenemos visita?
- Lo sentimos Madre, pero nos perdimos y Laila fue la que nos ha acompañado al hostal. Si no fuera por ella, hubiéramos dormido hoy en la calle. La hemos invitado a cenar a modo de agradecimiento. ¿Le parce bien?
- ¡Claro que si joven! Por favor cariño.- dijo Madre otorgando su mejor sonrisa.- Siéntate. Disculpa el desorden, pero estaba recogiendo esto un poco. ¿Te gusta el pescado con patatas al horno?
Laila asintió afirmativamente. Todos comenzaron a cenar mientras Madre fregaba los platos al mismo tiempo que le iban relatando la historia vivida en el palacete del Consejo Supremo. Madre no dejaba de estar sorprendida y a cada instante se presignaba. Laila echaba a reir muy a menudo debido al esparpajo de la hostelera. Cuando hubieron terminado de cenar, Madre invitó a dormir a Laila, pues ya era noche cerrada, pero ésta se negó en varias ocasiones. Cuando la joven se marchó del hostal, pareció que todo volvió a la normalidad.
- Bueno jovencitos, es hora de descansar.- Dijo Madre secando sus manos con un sucio trapo.- Ha sido un día agotador.
- ¿Usted no viene a dormir Madre?.- Preguntó Marcos retirándose de su asiento.
- ¡Oh no! Tengo aún que limpiar un poco esto y preparar la lista de la compra para mañana. ¡Soy la última en dormir en este hostal!
- La ayudaremos a limpiar Madre.- Dijo Marcos mostrando una flamante sonrisa de su perfecta dentadura. Era la primera vez en todo el día que sonreía.
- Así la compensaremos por el mal rato que le hemos hecho pasar.- Guiñó un ojo Oscar de manera juguetona.
- ¡Por favor! ¡De ninguna manera! Del hostal me encargo yo. No puedo pedir a mis residentes que hagan mis labores. ¡No, no y no! Este es mi trabajo y lo hago encantada.
- Pues de aquí en adelante la ayudaremos todos. Podemos crear un horario.- Dijo Marcos arrancando una hoja de papel de un cuaderno y apoyándose en la robusta mesa de roble.- Por ejemplo: los lunes podemos hacer la comida Oscar y yo y los martes por la noche limpiamos... Manel se puede encargar del desayuno y Denis de la cena.
- ¡A mi me parece bien!.- Exclamó Oscar
- ¡Ay niños! Si Manel no sabe poner una olla en fuego...
- ¡Pues lo enseñaremos!.- Respondieron los dos muchachos a coro.
Se llevaron poco tiempo planificando un horario al mismo tiempo que Madre le contaba alguna curiosidad sobre la isla.
Pero la alegría acaba en el momento en el que Laila cruzó la puerta de La Risueña. Se dispuso a caminar de vuelta al hogar cuando alguien la agarró por el brazo y la ocultó tras un matorral.
- ¿Se puede saber que hacías allí?
- Sólo los he acompañado, no se sabían el camino Meg.
- ¡Pues que se hubieran perdido! No te volverás a acercar más a ellos, ¿entendido?
- ¿Por qué? ¡No eres nadie para prohibirme que tengo qué hacer!.- Le espetó Laila con crueldad.
- No vuelvas a hablarme así.- La otra persona con la que Laila entablaba una conversación la miró desafiante.
- Soy la única persona en toda la isla que no te tiene miedo Meg. ¿No lo recuerdas?
- Sólo te digo que tenemos un pacto, un proyecto pendiente. Espero que no se te vaya la lengua con tus nuevos amigos. Sino tendré que darles otro toque de advertencia para que dejen de meterse en lo que no le importa.
- ¿Como el de esta tarde? Por favor Meg, ¡los asustaste!
- Pues ya que eres su nueva amiga, te encomiendo la difícil tarea de prevenirlos contra mi.
Laila se cruzó de brazos mirando hacia abajo. No tenía ningún interés en seguir con la discusión. Haría lo que ella deseara como siempre había hecho. Sus mejillas se encontraban encendidas y resoplaba furiosa.
La joven con la que hablaba dio media vuelta y continuó su camino en dirección contraria hasta desaparecer en la profunda oscuridad de Niotramm.
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