domingo, 31 de enero de 2016

Capítulo 4

La semana pasó lentamente en el hostal, y tampoco hubo mucha novedad. A pesar de encontrarse en el otro rincón del mundo lejos de la civilización, los residentes de La Risueña decidieron celebrar aquellas fechas tan significativas para todos ellos: La Navidad.
El hostal estaba plagado de bolas de navidad cubiertas de purpurina y espumillones de colores. Dentro, en el salón, Madre había encendido la chimenea, y el olor a leña quemada y el calor que ésta desprendía, era una sensación exquisita.
Durante toda esa semana, sólo se comían dulces y se bebía agua ardiente en La Risueña.
Finalmente, llegó el día de Noche Buena.
Todos los residentes se vistieron tan elegantes que parecían irreconocibles: Denís, ajustó su pelo rebelde color fuego en una trenza gruesa, colocando alguna que otra flor navideña en el lado derecho de su cabeza. Se puso su mejor vestido color verde esmeralda a juego con sus ojos y pintó un poco de carmín  en sus finos labios. El cambio fue fulminante y todos pudieron apreciar que, a pesar de tener quince años, no aparentaba ser la niña que todos creían.
Manel siguió con su misma ropa. Mojo algo su pelo de enormes entradas y se puso unos tirantes para sujetar sus enormes pantalones de varias tallas más. Julius apareció con una pajarita roja y el pelo engominado. Verdaderamente, todos estaban radiantes.
Acudieron todos al comedor. La gran mesa de roble se encontraba ese día cubierta por un mantel con iconos navideños, bordado por Madre y Denís. La hostelera había sacado su mejor cubertería y un enorme pavo precedía la mesa. A los lados de este suculento manjar, se hallaba queso, patatas orneadas con una salsa exquisita,  y diferentes tipos de verduras a modo de condimento
La aldaba de la puerta del hostal sonó un par de veces suavemente. Todos dirigieron una mirada pícara a Oscar para que acudiera a abrir la puerta. Sabían que era Laila. Oscar la recibió con un sonoro beso en la mejilla de la joven y ésta le acarició suavemente el pelo. sus manos blancas como la porcelana, traían consigo un enorme pastel de merengue y arándanos.
- Supuse que en esta fiesta tan especial, debería haber un gran postre.- Sonrió la joven
Todos le devolvieron la sonrisa, excepto un miembro de aquella familia. Marcos Alcaraz se mostró serio y la presencia de la recién llegada le molestaba. Todos se sentaron en la misma a medida que cada uno iba sirviéndose un muslo jugoso de pavo relleno y depositando vinos en sus copas. Marcos Alcaraz hizo una mueca de asco antes de decir:
- ¿No deberíamos esperar alguien más?
El resto de los individuos se quedaron quietos con los platos en las manos. Ambos se miraron extrañados.
-¡ La bruja, la bruja!.- comenzó a exclamar Julius con la boca llena.
- No la menciones Julius.- Respondió Madre apartándose un poco de verduras en el plato.
Oscar rió y le siguió Laila. Madre enarcó una ceja pensativa. La aldaba de la puerta volvió a sonar pero sólo una vez, aunque esa vez, fue tan fuerte, que se pudo escuchar desde el ala sur-oeste de la isla de Niotramm.
Nadie se levantó de su sitio. Era cierto que en Niotramm no se celebraba esa festividad, pero era bien entrada la noche y nunca había aparecido por allí nadie a esa misma hora.
- ¿Quién puede ser a estas horas?.- Preguntó Denís jugueteando con su gruesa trenza.
Marcos arrugó los ojos y Oscar prosiguió riéndose sin parar, hasta tal punto que llegó a atragantarse con el vino.
- Abriré yo.- Dijo Marcos levantándose de la mesa.
A medida que Marcos Alcaraz se iba acercando al recibidor del hostal, su corazón fue palpitando fuertemente. Recordó la proposición que había hecho una semana atrás a aquella dama que solía vestir de colores oscuros y que era tan misteriosa. Agarró el pomo de la puerta y abrió el pestillo de la misma. Tomó valentía, respiró hondo y abrió con los ojos cerrados.
En el momento que los abrió, su corazón parecía que había dejado de latir.
Tras unos breves instantes, el joven se apartó de la puerta suavemente y la dejó pasar. Llevaba su larga caballera castaña con reflejos cereza suelta, como de costumbre. Su mirada verde parda recorrió todos los rincones de la estancia. Paró en seco en medio del pasillo, posiblemente, porque no sabría dónde se encontraban el resto de los individuos. Miró fíjamente a Marcos Alcaraz esperando que la guiara.
- Estamos en el comedor.- Dijo finalmente el muchacho emitiendo una pequeña sonrisa.- Pasa.
En el comedor ya todos habían olvidado que habían llamado a la puerta y seguían hablando, armando jaleo y llenando sus estómagos. El sonido de los zapatos del nuevo individuo congeló la escena. Denís agrandó tanto sus ojos que parecían que iban a salirse de sus órbitas. Madre pegó un gritito ahogado derramando una copa de vino. Manel, corrió a socorrer a Julius para taparle la boca, pues sabía que comenzaría a gritar y a ponerla furiosa.
Todos quedaron en silencio. Laila la miraba con una sonrisa triunfante y Oscar seguía con su plato. Finalmente, Marcos comenzó a dar una explicación.
- tenemos una nueva invitada a la mesa Madre. La invité yo mismo la semana pasada cuando vino a recoger a Laila.- Acto seguido, Marcos guiñó un ojo a la nueva invitada, quién lo fulminó con su mirada.
Madre, aún sorprendida por la sorpresa, se levantó de su asiento y comenzó a hablar como  una loca:
- ¡Por favor Marcos! ¡Estas cosas tienes que avisarlas con antelación! Hay comida de sobra y bebida, pero hubiera puesto un plato más a la mesa y hubiéramos esperado todos a que ella llegase para comenzar a comer.
El silencio volvió a apoderarse de La Risueña. Madre se levantó y puso un cubierto más en el roble gastado de aquella vieja mesa. La joven se sentó y no dejó de mirar a ninguno. Todos se encontraban desconcertados y al mismo tiempo nerviosos. Nadie sabía como iba a reaccionar o si en medio de la celebración iba a a cruzar un trance. Si venía a cobrar alguna deuda pendiente o si venía sólo en son de paz.
- Sabría que vendrías.- Dijo Laila tocando la mano de la mujer, quién la apartó bruscamente.- Nos lo pasaremos bien.
- ¿Cómo se llama?.- Preguntó Oscar degustando el último hueso del pavo.
- Podéis llamarla Meg.- Sonrió Laila
Meg no abrió la boca en toda la noche, ni siquiera para degustar alguna de las comidas que Madre había preparado durante todo el día. Llegó el momento de brindar y con copas de agua ardiente, fue cuando comenzó la fiesta. Oscar acudió a su cuarto a recoger una guitarra flamenca y Denís tomó su pandereta y comenzó a enseñar a Julius cómo se tocaba. Empezaron a cantar todos juntos con copas en la mano. Incluso Denís se lanzó a bailar con su madre. Laila lo miraba todo exausta y tocando las palmas. Julius dejó el pánico un poco aparte y empezó a tocar las palmas. El otro residente restante, Manel, salió afuera del hostal a fumarse un pitillo. Todo parecía mágico, salvo por un pequeño detalle: Meg seguía en el mismo sitio de antes con su plato intacto.
Laila se acercó a ella sigilosamente para invitarla a bailar, pero la otra joven sólo le bastó con mirarla para dar una respuesta definitiva. Laila se encogió de hombros, rellenó su vaso con agua ardiente y siguió con la fiesta.
Parecía que todos se habían olvidado parcialmente de Meg, pero Marcos Alcaraz no le apartaba la vista de encima. Efectivamente, cuando Manel dijo que esa bruja era bellísima, no se equivocaba. Había visto muchas muchachas bonitas en Niotramm, pero ninguna sin duda tenía ese aspecto  tan natural que poseía Meg. Quizá, la joven no tendría maldad, simplemente no le gustaba relacionarse con la gente y eso era todo. Marcos decidió a darle un voto de confianza y acudió a sentarse a su lado, con la excusa de tomar algún que otro dulce.
- ¿Cómo estás pasando la noche?.- Preguntó el chico con una amplia sonrisa mostrando el blanco de sus dientes.
Meg volvió los ojos cansada, pero siguió sin despegar la vista de su plato intacto. Mostró una mueca de asco al empezar a oler el aroma del pavo y las verduras enfriándose. Julius se acercó por detrás muy sigilosamente y comenzó a tocar la pandereta en el oído de Meg. Ésta se sobresaltó y Marcos no pudo reprimir una pequeña risita. Acto seguido, La joven se inundó de ira, se puso furiosa encendiéndose sus mejillas, arañó la mesa de roble con ambas manos trayéndose consigo algún que otro jirón de madera. La música y el baile pararon en seco. Con paso firme y apresurado, Meg salió de la instancia. Todos quedaron en silencio con sus instrumentos y sus copas en la mano. Con sus miradas, se echaron la culpa unos a otros del por qué de aquella situación.
Meg volvió a la entrada y con solo una palabra procedente de su voz grave, exclamó.
-¡Laila!
Denís se estremeció y Julius comenzó a llorar desconsoladamente. Laila observó que ya iba siendo hora de abandonar La Risueña, y al menos, por un tiempo. Oscar salió tras su paso, pero los ojos inundados de lágrimas de Laila lo rechazaron.
- ¡Maldita perra!.- Exclamó Oscar dando una patada a una silla furioso.- ¿Quién la ha invitado? ¿eh?.- Dirigió una mirada fugaz a Marcos.- Si Laila no vuelve más al hostal ¡será culpa tuya!.- Acto seguido, Oscar dio un puñetazo a una de las paredes del comedor, produciendo un estruendoso ruido y sus nudillos comenzaron a sangrar. Todos los demás se encontraban cabizbajos decepcionados. Marcos Alcaraz comprendió que Oscar tenía razón, y agarrando una chaqueta, comprendió que era hora de resolver aquella controversia que el mismo había creado.
- Hijo no vayas...- Dijo Madre con un puñado de lágrimas surcando su arrugada piel.
Marcos hizo caso omiso de las palabras de los demás. Incluso Denís acudió a sujetarlo del brazo, pero éste se apartó más bruscamente de lo que le hubiera gustado.
Salió con paso decisivo. Sus pies iban cruzando la fría hierba que lo obstaculizaba de su destino. De pronto comenzó a nevar, y de hecho, era la primera vez en muchas décadas que nevaba en Niotramm. Entre los copos de nieve que caían lentamente desde lo más alto del cielo, Marcos Alcaraz arrugó fuertemente sus ojos color miel para poder divisar mejor a ambas mujeres. Sólo se encontraban a pocos metros.
- ¡Meg, Laila, regresad!.- Gritó con su voz rasgada.
Sólo Laila se giró, pero su acompañante la obligó a seguir adelante.
- ¡No puedes presentarse en una fiesta así y arruinárnosla a todos! ¡No es justo! ¡Tú no sabes lo importante que era esa celebración para nosotros! Te invitamos con toda nuestra buena fe, ¿y así nos lo pagas? ¡Aparte de bruja, eres una grosera maleducada! ¡¡Y no eres tan bonita como todo el mundo dice!!.- De esto último se arrepintió Maros Alcaraz, pues había quedado tremendamente inmaduro por su parte.
Manel se acercó al chico con un cigarro en la boca. Depositó una mano robusta en el hombro del joven y entre caladas, le dijo:
- Estás empezando a sentir lo mismo que sentí yo unas semanas después de llegar aquí. Yo también quedé enamorado de esa mirada tan misteriosa.
-¿Yo enamorado?.- Preguntó el joven riendo desconsoladamente.- ¿Bromeas?
- No te hará caso. Quítate a esa perra de la cabeza. Y aprende una cosa: Niotramm no es una ciudad normal.
- Me consta.
- Todavía no ha pasado nada fuera de lo común para que te des cuenta. Pero pasará. Entonces le tendrás asco a todo lo que esté relacionado con este islote. Y cuando eso ocurra, comprenderás que no podrás salir de aquí.










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