domingo, 14 de agosto de 2016

Capítulo 11

Fueron de los días más duros que se pudieron percibir en la Risueña. Denís no faltó a su promesa de retirarle la palabra a Marcos Alcaraz si éste se decantaba por seguir permitiendo que la bruja lo visitara. Pero no era la única residente que había decidido dejarle de hablar. De su parte se encontraba Oscar Duna.
Marcos Alcaraz fue capaz de sobrevivir los primeros días sin intercambiar palabras con nadie. Denís solía servir los desayunos a cada uno de los miembros, pero siempre faltaba un plato y una taza por poner, que no era otra que la de aquel muchacho de pelo color rubio ceniza. Marcos no le dio demasiada importancia. Podría tratarse de un descuido tal vez. Pero no tardó poco en percatarse que se encontraba sólo sentado en la mesa: Manel no era un hombre de muchas palabras y Julius siempre iba a su bola. La única que quizá le prestaba un poco de atención era Madre, pero enseguida empezaba a hablar de múltiples recetas e infinidad de productos de limpieza, que la conversación se hacía demasiado monótona.
Marcos Alcaraz volvía a aquellas primeras semanas de soledad que vivió tiempo atrás. Había comprado algún que otro libro en una pequeña librería que se encontraba cerca del palacete del Consejo Supremo. Las noches se le hacían muy pesadas, y por ello decidió matar el tiempo leyendo pesados volúmenes, algo que nunca le había llamado en gran cantidad la atención.
Un día, cuando comenzaba a desglosar el índice de un libro con carátulas de terciopelo azulado, alguien llamó a la puerta. Dio la casualidad que se encontraba en la cocina devorando un trozo de pastel y que estaba próximo a la salida del hostal. Con el libro bajo el brazo y el pastel en la mano contraria abrió sin más. Su sorpresa sobrevino cuando vio de quien se trataba. Era ella. Era Meg.
Marcos Alcaraz la observó sin apenas pestañear. Se detuvo en el detalle del color de su falda. Color verde botella intenso. Aunque la parte de arriba era de un color negro tizón, el muchacho pudo advertir que poco a poco, Meg estaba abandonado los colores sufridos.
- ¿Puedo pasar?
- Mejor damos un paseo.- De esta manera Marcos Alcaraz evitaba que existiera revuelos en el hostal.
Ambos caminaron pero dejando un puñado de metros de separación. No se miraban. Ninguno de ellos habían iniciado una conversación, por muy monóloga o corta que pareciese.Ambos se encontraban sumidos en sus pensamientos.
- ¿Por qué has venido a visitarme?.- Marcos Alcaraz cortó aquel silencio como si de un cuchillo con un hilo se tratara.
- Si quieres doy la vuelta y me voy.
- No vendrías a por otro beso ¿no?.- El joven soltó una carcajada.
El muchacho pronto se dio cuenta de la mueca de asco de su acompañante. Arrugó los ojos y empezó a analizarla. Las bromas no les sentaban bien a todo el mundo, eso lo sabía a la perfección. ¿Sería que Meg necesitaba un poco de cariño?
- Hay algo que te inquieta ¿no es así?.- Marcos Alcaraz la agarró del brazo y esperó un puñado de segundos una reacción. Meg sostuvo su mirada parda frente a la suya, a pesar de que tenía la costumbre de no mirar a los ojos. No dijo nada.
- ¿Sabes qué fue lo primero que me dijeron nada más poner un pie en La Risueña?.- Meg enarcó una ceja interesada.- Que me alejara de ti. Que eras peligrosa para todos nosotros. Sin embargo, decidí acercarme a ti sin importarme las consecuencias. He intentado por todos los medios conocerte mejor. Te he brindado mi mano, pero tú te empeñas en no tomarla. Sé que no has venido a darme ninguna explicación, pero aún así, yo te la pido. ¿Por qué Meg? ¿Por qué no me dejas quererte?
La bruja parpadeó un par de veces con su cabeza algo desorbitada. no daba crédito a lo que su fino oído estaba escuchando. Sin decir nada, metió una de sus delicada manos en un bolsillo de su falda color verde y sacó una carta. Marcos Alcaraz lo observó todo con detalle. La mano de Meg temblaba notablemente. El chico la volvió a mirar a los ojos una vez más.
- ¿Estás bien? ¿Pasa algo?
- No venía a hablar contigo. Quiero hablar con Denís.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Capítulo 10

Marcos Alcaraz comenzó a subir los peldaños de la escalera de caracol rápidamente. Sabía lo que se avecinaba, pero era hora de no evitar más todas aquellas circunstancias y echarle cara de una vez por todas. Oscar Duna lo sobresaltó de frente, lo cual hizo que el primero diera un paso hacia atrás temiendo haberse caído.
El rostro de Oscar Duna se mostraba enfurecido. El chico miraba de brazos cruzados impaciente a su amigo. Sin embargo, Oscar Duna odiaba los silencios:
- ¿Dónde está el preservativo que había en mi mesa?.- Preguntó sin dar rodeos.
El corazón de Marcos Alcaraz comenzó a latir con furia, como si quisiera desprenderse de su pecho. Tomó aire, como siempre solía hacer cuando tenía que tomar una decisión difícil o quizá decir alguna que otra mentira:
- No lo sé.- Dijo sin más esperando que la excusa perfecta rondara por su cabeza.
- Oh sí lo sabes.- dijo Oscar Duna empujando a su compañero a la habitación.- Traje una caja con quince.- Dijo mostrándole el contenido del objeto.- ¡Pero hay catorce!
- Posiblemente trajeras catorce y no quince. O quizá lo ha tomado Madre por simple curiosidad.- respondió el chico girándose hacia la puerta de su habitación doble.- Tengo prisa para escuchar tus historias.
- Lo has utilizado tú. Y lo has usado con Denís.
Marcos Alcaraz se giró sorprendido y vio el rostro de su amigo enrojecido de ira.
- La he visto llorando en el pasillo y me lo ha contado todo. Sé que no miente, así que piensa bien la excusa que vas a dar.
Marcos Alcaraz se encogió de hombros. Se frotó la sien, pero no logró decir nada. Sabía que para su amigo, los silencios lo decían todo.
- ¿Eres idiota? ¿cómo se te ocurre hacer eso?.- Oscar Duna arrojó la caja de los preservativos con fuerza hacia las tiras de madera que formaban el suelo.- ¡Has creado ilusiones a alguien con la que sólo tenías pensado echar un polvo! ¿Eres consciente de eso?
Oscar Duna lo miró una vez más. Marcos Alcaraz conocía esa mirada azabache de su amigo de toda la vida. Sabía que tenía que decir algo más. Y si era lo que él creía que fuese, no estaba preparado para afrontar la verdad.
- Pero eso no es lo peor de todo.- Marcos Alcaraz enarcó una ceja temiéndose lo peor.- Me ha contado lo que ha pasado hace unos momentos. Por tu bien dime que no has besado a esa bruja.
Marcos Alcaraz comenzó a sentirse incómodo con todo aquel interrogatorio. ¿desde cuándo había dado tantas explicaciones seguidas? Se había cansado de que siempre que hacía lo que él deseaba, algún tercero salía perjudicado. Marcos Alcaraz no apartó la mirada de la de su acompañante.
- ¿Por mi bien por qué? ¿qué vas a hacer? ¿Me meto en tu relación con Laila? ¡No te metas en lo que hago o dejo de hacer!
-¡No nombres a Laila!.- Oscar Duna se aproximó más de la cuenta y Marcos Alcaraz no pudo evitar avanzar unos pasos más hasta colocarse cara a cara con el joven.
- Sí la nombro, porque ella es la culpable de todo lo que está pasando. Le tienes pánico a Meg, pero de lo que no te quieres dar cuenta es que es Laila la que la trae hasta aquí.
Un puñetazo de Oscar Duna salió disparado hacia la mejilla izquierda de Marcos Alcaraz. Éste ultimo se llevó su mano contraria a la parte dolorida de su rostro, pero sin embargo no permaneció quieto. Fue hacia él con furia y lo empujó sobre algunos muebles que se desplazaros algunos metros debido a la caída de Oscar Duna. Marcos Alacarz se arrojó a él con furia y con sus mejillas encendidas, propinó un golpe en el abdomen del muchacho. A continuación, la puerta de roble de la habitación se abrió bruscamente debido a todo aquel estruendo, y tras ella se encontraban Manel y Madre. El primero fue a apartar a Marcos Alcaraz que se encontraba encima del otro participante. Oscar Duna también se levantó, llevándose el puño a su nariz que comenzaba a gotear sangre. Madre se llevó las manos a la cabeza y comenzó a llorar, dirigiéndose a otra estancia del hostal en busca de un poco de algodón y de alcohol para curar las heridas. Marcos Alcaraz echó un vistazo a sus nudillos, que también se encontraban ensangrentados, pero hizo caso omiso de sus heridas.
La habitación quedo en silencio. Oscar Duna fue con Madre hacia la cocina para curar su nariz, que no tenía nada más que un par de rasguños. Marcos Alcaraz se sentó en su cama conmovido, divisando el desastre que tenía ante sus pies. Manel le hizo compañía:
- Te advertí que no te acercaras a ella.- Dijo el hombre mientras se sentaba a su lado.- Ahora te tiene preso, eres su marioneta.
- Quiero estar sólo Manel.- Dijo sin más. No tenía ganas de hablar, y mucho menos de dar ninguna otra explicación.
El hombre se encogió de hombros y se marchó. Realmente, Marcos Alcaraz se encontraba mal. Un par de lágrimas brotaron de sus ojos color miel sin poder remediarlo. Hacía mucho tiempo que no se desahogaba de esa manera, quizá desde que su hermano Gonzalo lo dejara para siempre con apenas once años.
Denís acudió a la habitación con retraso. Su boca se tornó en una O mayúscula cuando vio toda la habitación desordenada. Con sus delicadas manos, hizo un recogido en su pelo rebelde de reflejos color cereza y comenzó a ordenarlo todo sin mirar a la otra persona que se encontraba con ella en esa estancia. Marcos Alcaraz , sin embargo, no podía apartar la mirada de la muchacha.
- Lo siento, Denís. Lo siento muchísimo. Te prometo que...
- No tenemos nada que hablar.- Interrumpió la joven colocando una lámpara en un armario.
Marcos Alcaraz acudió a ella para ayudarla a recoger su habitación. Sin embargo la muchacha lo apartó diciendo:
- Ve a la cocina a que mi madre te cure esa mano.
- Puedes curármela tú y así hablamos un poco de todo esto. ¿No te parece?
La mirada color esmeralda de Denís chocó con la de Marcos Alcaraz. Ésta pudo divisar en el la nostalgia y tristeza sincera que desprendían sus ojos.
La joven salió de la habitación, y en unos segundos, traía algodón y un hunguento de color verde oscuro. Colocó parte del potingue en uno de sus nudillos. Marcos Alcaraz se quejó debido al escozor. Denís apretó un poco más y éste volvió a quejarse.
- Denís lo siento mucho.- volvió a repetir.- Si hubiera sabido que te habrías enamorado de mi, te prometo que jamás me hubiera acercado a ti y mucho menos, haberte creado ninguna ilusión.- Marcos Alcaraz volvió a quejarse de su puño magullado.
- Siento que te escueza tanto. Si Meg hubiera estado aquí, con sólo una mirada hubiera curado todo esto y no te dolería nada.
- Haré lo que sea para que te encuentres mejor.- Dijo el muchacho sosteniendo las manos a Denís.
La joven se apartó un poco de él, y mordiéndose el labio inferior comenzó a pensar.
- No quiero ver a esa bruja más por aquí.

Marcos Alcaraz arrugó sus puños con parsimonia. Era algo que sabía que no iba a ser capaz de cumplir, lo tenía bastante claro. Suspiró profundamente y Denís pudo percibir que aquella era una cuestión bastante meditada y que podría no tener una respuesta satisfactoria para ella.
- ¿Por qué no la quieres ver?.- Preguntó Marcos Alcaraz intentando que de ese modo, Denís cambiara de actitud.
- Desde que llegó sólo ha traído problemas.- La muchacha colocó un apósito en una de las heridas del joven.
- Desde que Meg llegó sólo ha hecho salvarnos de apuros. Julius iba a ser ahorcado en la plaza principal y ella lo rescató. Creo que le debemos mucho todavía.
- Julius fue liberado porque se demostró que no era culpable.- Denís se incorporó algo furiosa.
- Lo siento Denís.- Respondió Marcos Alcaraz finalmente.- pero sólo dejaré de mantener el contacto con ella si es Meg la que lo desea. Tarde o temprano, lo comprenderás.

sábado, 6 de agosto de 2016

Capítulo 9

Meg se encontraba leyendo un papiro procedente del Corpus Iuris Civilis. El Derecho le apasionaba y era por ello por lo que se había convertido en una de los jueces principales de la isla de Niotramm. Su mirada parda relamía cada una de las líneas escritas en latín. Para ella, el Derecho no era una forma de perder el tiempo, era su estilo de vida.
Alguien desde el otro lado de la estancia donde se encontraba Meg golpeó con suavidad la famosa puerta de roble con decoraciones doradas. Con un  sólo "pase", ésta se abrió con suavidad, dejando pasar a un hombre diminuto y delgado, que portaba un paquete. Meg lo miró interesada.
- Ha llegado un paquete para usted.- Dijo el hombre depositando el presente en el escritorio.
Una vez que el individuo se hubo marchado, Meg comenzó a desenvolver el papel marrón que cubría el paquete. Enarcó ambas cejas sorprendida y extendió en alto lo que había en él. Un vestido color añil. Al desplegar los faldones del vestido, una nota cayó en su pie derecho:
- Parte trasera de la Risueña. Cuando la luna esté en lo más alto.
Meg mordió una de sus uñas pensativa. Finalmente no pudo evitar sonreir al divisar quién la firmaba. Al pie de la nota había dos iniciales: M.A


Marcos Alcaraz se encontraba sentado en la hierva húmeda de la parte trasera del hostal. esperaba impaciente. ¿sería Meg capaz de venir? Se encogió de hombros. No le sorprendería nada en absoluto lo que la joven decidiera hacer. Era una caja de sorpresas, o más bien, una caja de misterios. Hacía un rato que media luna lucía en lo más alto del cielo. No era una noche plagada de estrellas en la más inmesa oscuridad, cómo a él le hubiese gustado.
De pronto escuchó unos pasos. Marcos Alcaraz se incorporó un poco. Sabía que fuese lo que fuese, todo aquello era inofensivo.
Pronto, en la oscuridad, pudo apreciar que se trataba de Meg. El muchacho sonrió nada más reconocer que llevaba puesto el vestido que le había regalado aquella misma noche. Corrió hacia ella deslizando sus botas por el roció de la hierva mojada.
-¿Y bien? ¿qué quieres decirme?.- Preguntó Meg. Había cambiado su vestimenta, pero no su desafiante mirada.
- No pasa nada porque dejes de ser antipática un día.- Meg se sorprendió por la osadía que había tenido su acompañante. Marcos Alcaraz la agarró con suavidad de su mano derecha.- Ven, siéntate aquí conmigo.
Permanecieron en un profundo silencio. Meg miraba a sus pies, mientras que aquel joven de cabello rubio ceniza no dejaba de observala. Era verdad que Niotramm se caracterizaba por tener a unas adolescentes bonitas, pero ninguna tenía punto de comparación con aquella que tenía a escasos centímetros de él. Se acercó un poco más a ella. La bruja no se apartó.
- Quiero saber un poco más de ti. Por qué la gente te tiene tanto miedo.
Meg lo miró intrigada. Un puñado de segundos después, decidió desplegar sus sonrosados y carnosos labios:
- Soy diferente a todos ellos. Los seres humanos tiene miedo a lo desconocido. Eso es todo.
-¿ Y tú le tienes miedo a algo?.- el joven no apartaba su mirada color miel del rostro de su compañera.
-¿Debería?
- Todo el mundo le tenemos miedo a algo.- Marcos Alcaraz estiró sus piernas.- Por ejemplo, yo tengo miedo al mar. No sé lo que se esconde ahí debajo.
- ¿ Y a mi no me tienes miedo?.- Era la primera vez que Meg miraba al chico a los ojos en toda la velada.
- ¿Crees que si te tuviera miedo estaría aquí contigo, Meg?.- Marcos Alcaraz mostró una de sus mejores sonrisas procedentes de su flamante dentadura.
El silencio volvió a ocupar sus almas. Meg parecía no pensar en nada y esperaba que el tiempo pasara, aunque tampoco tenía muchas prisas.
- ¿Cómo llegaste hasta aquí?.- Preguntó Marcos Alcaraz preso del silencio de la joven.
- Nací aquí.- Meg no esperó ni tan siquiera un segundo para contestar.
Marcos Alcaraz miró al cielo oscuro carecedor de estrellas. Recordó por un momento aquellas películas que solía ver con Celia, su novia, en la que el chico tenía por costumbre decir: "¿ves esa estrella? ¡ Te la regalo!" y la trama acababa en un sonoroso beso. <<Películas>> pensó Marcos Alcaraz mientras ladeaba la cabeza de un lado a otro. con Meg so no funcionaba. Ni siquiera lo intentaría. quería impresionarla, demostrarle que ella no era superior a todo el mundo como verdaderamente se imaginaba, pero no sabía por qué.
- ¿qué relación tenéis Laila y tú?
- ¿Me estás haciendo un interrogatorio?.- Meg frunció el ceño y se apartó unos centímetros del joven.
- Te he dicho que sólo quiero conocer un poco más de ti. ¿Qué tiene eso de malo?
- Yo no quiero que me conozca nadie. Todo va bien así.- Meg hizo una mueca de disgusto con su nariz.
- ¡Ajá!.- Marcos Alcaraz se incorporó del todo.- Ya se cuál es tu miedo.- Dejó pasar unas décimas de segundos para retomar aire necesario y determinar al fin.- Me tienes miedo a mi.
Meg lo miró estupefacta con las cejas enarcadas y sus ojos color pardos sobresalientes. Lo miró intensamente, como si fuera a lanzar un rayo fulminante y dejarlo pretrificado para siempre. Sin embargo, no le costó mucho trabajo espetar:
- ¿Crees de verdad que una persona con tanto poder encerrado en sí misma tendría miedo de alguien tan insignificante como tú?
Marcos Alcaraz advirtió la crueldad con la que Meg había escupido todas aquellas palabras de su boca. Sin embargo, hizo caso omiso de ellas. Tomó valentía una vez mas y aproximándose a ella lo suficientemente cerca no pudo evitar decir:
- Tienes miedo a esto.- Acto seguido, Marcos Alcaraz tomó el rostro de Meg entre sus manos y la beso en los labios con fuerza. Había deseado durante mucho tiempo que este momento llegase y podría adivinar con cierto prognóstico de fiabilidad las consecuencias que podría acarrear todo aquello. Fueron unas décimas de segundos que al forastero que no llevaba más que un puñado de meses le supieron a gloria.
Cuando Meg recobró la conciencia de todo aquello que esta sucediendo, abrió sus ojos una vez más y empujó al chico con suavidad. Lo miró con crueldad, como si se tratara de un verdugo sin piedad que fuera a aniquilar al último preso de algún calabozo escondido. Respiraba con furia y Marcos Alcaraz venía temiéndose lo peor.
Meg se incorporó recogiéndose sus faldones color añil. Se giró sin emitir ninguna palabra, aunque no era difícil acertar su enfado, pues llevaba los puños agarrotados y sus mejillas encendidas. El chico quiso aproximarse a ella, preguntarle si se encontraba bien o tal vez un "lo siento" por haber tomado la iniciativa de algo que quizá no era del todo correcto. Sin embargo, antes de que pudiera emitir algún paso, aquella bruja gritó desde un puñado de metros:
- ¡Aléjate de mi!
Marcos Alcaraz, por una vez, hizo caso a lo que dijo aquella joven. Pero sí era cierto que estaba muy orgulloso de lo que había sucedido hacía unos momentos. Había hecho algo que nadie se hubiera atrevido a desenvolver, es más, si aquello se lo hubiera planteado a alguien, posiblemente, lo hubieran tomado por un loco o por un necio. aquella bruja que iba sembrando el pánico por dónde sus zapatos de charol pisaban, aquella mujer de mirada desafiante, lo había besado, aunque se tratase de un beso robado. Marcos Alcaraz sonrió para sí. Sin embargo, no pudo evitar dirigir una mirada a un ventanal que se encontraba en la parte trasera de la Risueña. El rostro del chico se ensombreció al divisar a una Denís corriendo un a pesada cortina granate. No había duda de que Denís lo había visto todo, desde el primer momento, hasta, desgraciadamente, el último.

Por su parte, en el ala sur-oeste de la isla de Niotramm, Meg llegó a su alcoba, grande y espaciosa, y se quitó el vestido con furia. Empezó a desgarrarlo y a tirar jirones de aquella tela color azul añil por toda la recámara. Había hecho trizas aquel vestido. A continuación se reflejó en un espejo antiguo que estaba colgado en un rincón, deteniendo su mirada en cada una de las partes de su cuerpo desnudo. Llevó ambas manos a sus ojos y comenzó a llorar desconsoladamente. Toda aquella furia había desencadenado en un mar de agua salda procedente de su mirada color parda. <<No, por favor, otra vez no>> decía para sí. Meg había descubierto que las palabras de Marcos Alcaraz si mostraban ápices de certeza. Verdaderamente, Meg no le tenía miedo al chico. Tenía pánico a volverse a enamorar.