Marcos Alcaraz comenzó a subir los peldaños de la escalera de caracol rápidamente. Sabía lo que se avecinaba, pero era hora de no evitar más todas aquellas circunstancias y echarle cara de una vez por todas. Oscar Duna lo sobresaltó de frente, lo cual hizo que el primero diera un paso hacia atrás temiendo haberse caído.
El rostro de Oscar Duna se mostraba enfurecido. El chico miraba de brazos cruzados impaciente a su amigo. Sin embargo, Oscar Duna odiaba los silencios:
- ¿Dónde está el preservativo que había en mi mesa?.- Preguntó sin dar rodeos.
El corazón de Marcos Alcaraz comenzó a latir con furia, como si quisiera desprenderse de su pecho. Tomó aire, como siempre solía hacer cuando tenía que tomar una decisión difícil o quizá decir alguna que otra mentira:
- No lo sé.- Dijo sin más esperando que la excusa perfecta rondara por su cabeza.
- Oh sí lo sabes.- dijo Oscar Duna empujando a su compañero a la habitación.- Traje una caja con quince.- Dijo mostrándole el contenido del objeto.- ¡Pero hay catorce!
- Posiblemente trajeras catorce y no quince. O quizá lo ha tomado Madre por simple curiosidad.- respondió el chico girándose hacia la puerta de su habitación doble.- Tengo prisa para escuchar tus historias.
- Lo has utilizado tú. Y lo has usado con Denís.
Marcos Alcaraz se giró sorprendido y vio el rostro de su amigo enrojecido de ira.
- La he visto llorando en el pasillo y me lo ha contado todo. Sé que no miente, así que piensa bien la excusa que vas a dar.
Marcos Alcaraz se encogió de hombros. Se frotó la sien, pero no logró decir nada. Sabía que para su amigo, los silencios lo decían todo.
- ¿Eres idiota? ¿cómo se te ocurre hacer eso?.- Oscar Duna arrojó la caja de los preservativos con fuerza hacia las tiras de madera que formaban el suelo.- ¡Has creado ilusiones a alguien con la que sólo tenías pensado echar un polvo! ¿Eres consciente de eso?
Oscar Duna lo miró una vez más. Marcos Alcaraz conocía esa mirada azabache de su amigo de toda la vida. Sabía que tenía que decir algo más. Y si era lo que él creía que fuese, no estaba preparado para afrontar la verdad.
- Pero eso no es lo peor de todo.- Marcos Alcaraz enarcó una ceja temiéndose lo peor.- Me ha contado lo que ha pasado hace unos momentos. Por tu bien dime que no has besado a esa bruja.
Marcos Alcaraz comenzó a sentirse incómodo con todo aquel interrogatorio. ¿desde cuándo había dado tantas explicaciones seguidas? Se había cansado de que siempre que hacía lo que él deseaba, algún tercero salía perjudicado. Marcos Alcaraz no apartó la mirada de la de su acompañante.
- ¿Por mi bien por qué? ¿qué vas a hacer? ¿Me meto en tu relación con Laila? ¡No te metas en lo que hago o dejo de hacer!
-¡No nombres a Laila!.- Oscar Duna se aproximó más de la cuenta y Marcos Alcaraz no pudo evitar avanzar unos pasos más hasta colocarse cara a cara con el joven.
- Sí la nombro, porque ella es la culpable de todo lo que está pasando. Le tienes pánico a Meg, pero de lo que no te quieres dar cuenta es que es Laila la que la trae hasta aquí.
Un puñetazo de Oscar Duna salió disparado hacia la mejilla izquierda de Marcos Alcaraz. Éste ultimo se llevó su mano contraria a la parte dolorida de su rostro, pero sin embargo no permaneció quieto. Fue hacia él con furia y lo empujó sobre algunos muebles que se desplazaros algunos metros debido a la caída de Oscar Duna. Marcos Alacarz se arrojó a él con furia y con sus mejillas encendidas, propinó un golpe en el abdomen del muchacho. A continuación, la puerta de roble de la habitación se abrió bruscamente debido a todo aquel estruendo, y tras ella se encontraban Manel y Madre. El primero fue a apartar a Marcos Alcaraz que se encontraba encima del otro participante. Oscar Duna también se levantó, llevándose el puño a su nariz que comenzaba a gotear sangre. Madre se llevó las manos a la cabeza y comenzó a llorar, dirigiéndose a otra estancia del hostal en busca de un poco de algodón y de alcohol para curar las heridas. Marcos Alcaraz echó un vistazo a sus nudillos, que también se encontraban ensangrentados, pero hizo caso omiso de sus heridas.
La habitación quedo en silencio. Oscar Duna fue con Madre hacia la cocina para curar su nariz, que no tenía nada más que un par de rasguños. Marcos Alcaraz se sentó en su cama conmovido, divisando el desastre que tenía ante sus pies. Manel le hizo compañía:
- Te advertí que no te acercaras a ella.- Dijo el hombre mientras se sentaba a su lado.- Ahora te tiene preso, eres su marioneta.
- Quiero estar sólo Manel.- Dijo sin más. No tenía ganas de hablar, y mucho menos de dar ninguna otra explicación.
El hombre se encogió de hombros y se marchó. Realmente, Marcos Alcaraz se encontraba mal. Un par de lágrimas brotaron de sus ojos color miel sin poder remediarlo. Hacía mucho tiempo que no se desahogaba de esa manera, quizá desde que su hermano Gonzalo lo dejara para siempre con apenas once años.
Denís acudió a la habitación con retraso. Su boca se tornó en una O mayúscula cuando vio toda la habitación desordenada. Con sus delicadas manos, hizo un recogido en su pelo rebelde de reflejos color cereza y comenzó a ordenarlo todo sin mirar a la otra persona que se encontraba con ella en esa estancia. Marcos Alcaraz , sin embargo, no podía apartar la mirada de la muchacha.
- Lo siento, Denís. Lo siento muchísimo. Te prometo que...
- No tenemos nada que hablar.- Interrumpió la joven colocando una lámpara en un armario.
Marcos Alcaraz acudió a ella para ayudarla a recoger su habitación. Sin embargo la muchacha lo apartó diciendo:
- Ve a la cocina a que mi madre te cure esa mano.
- Puedes curármela tú y así hablamos un poco de todo esto. ¿No te parece?
La mirada color esmeralda de Denís chocó con la de Marcos Alcaraz. Ésta pudo divisar en el la nostalgia y tristeza sincera que desprendían sus ojos.
La joven salió de la habitación, y en unos segundos, traía algodón y un hunguento de color verde oscuro. Colocó parte del potingue en uno de sus nudillos. Marcos Alcaraz se quejó debido al escozor. Denís apretó un poco más y éste volvió a quejarse.
- Denís lo siento mucho.- volvió a repetir.- Si hubiera sabido que te habrías enamorado de mi, te prometo que jamás me hubiera acercado a ti y mucho menos, haberte creado ninguna ilusión.- Marcos Alcaraz volvió a quejarse de su puño magullado.
- Siento que te escueza tanto. Si Meg hubiera estado aquí, con sólo una mirada hubiera curado todo esto y no te dolería nada.
- Haré lo que sea para que te encuentres mejor.- Dijo el muchacho sosteniendo las manos a Denís.
La joven se apartó un poco de él, y mordiéndose el labio inferior comenzó a pensar.
- No quiero ver a esa bruja más por aquí.
Marcos Alcaraz arrugó sus puños con parsimonia. Era algo que sabía que no iba a ser capaz de cumplir, lo tenía bastante claro. Suspiró profundamente y Denís pudo percibir que aquella era una cuestión bastante meditada y que podría no tener una respuesta satisfactoria para ella.
- ¿Por qué no la quieres ver?.- Preguntó Marcos Alcaraz intentando que de ese modo, Denís cambiara de actitud.
- Desde que llegó sólo ha traído problemas.- La muchacha colocó un apósito en una de las heridas del joven.
- Desde que Meg llegó sólo ha hecho salvarnos de apuros. Julius iba a ser ahorcado en la plaza principal y ella lo rescató. Creo que le debemos mucho todavía.
- Julius fue liberado porque se demostró que no era culpable.- Denís se incorporó algo furiosa.
- Lo siento Denís.- Respondió Marcos Alcaraz finalmente.- pero sólo dejaré de mantener el contacto con ella si es Meg la que lo desea. Tarde o temprano, lo comprenderás.
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