sábado, 24 de septiembre de 2016

Capítulo 12

Marcos Alacaraz la miró fijamente, pero no dijo nada. Guardó silencio, y pensaba guardarlo durante mucho tiempo. Se había declarado, y ella no le había prestado la más mínima atención. No esperaba un sí, tenía gravado a fuego en su mente que Meg era una persona muy extraña. Pero esperaba una respuesta que matara toda aquella incertidumbre. Quería demostrar que Meg era una persona normal, con unas aficiones un poco especiales (como todo aquel tema de la brujería) pero más allá de eso, no encerraba dentro de sí peligro alguno.
El chico asintió con la cabeza, dando por finalizada aquella conversación.Se juró así mismo que ya no volvería a hablar de ese tema con ella. Ni de ningún otro. Como un ingenuo, creyó que había bondad detrás de tanta ropa oscura. Pero no, Meg sólo tenía un sólo interés, y era el suyo propio. Dio media vuelta y se dirigió al hostal. Meg se quedó atrás contemplando la escena. Estaba seria y su rostro se encontraba más pálido de lo normal. Ladeó la cabeza de un lado a otro, nerviosa. El interior de su diminuto cuerpo estaba surcado por nudos de inquietud e incertidumbre. Exhaló todo el aire que estaba contenido en sus pulmones y su mocasín aterciopelado dio un paso al frente.
Marcos Alacaraz la esperaba en el recibidor del hostal. La joven pudo advertir que el rostro divertido del chico había desaparecido de su mirada, y hasta llego a observar que ni siquiera la quería mirar a los ojos. <<ya habrá tiempo para esto, ya habrá tiempo para él>> se dijo así misma.
El muchacho se adentró en el hostal tratando de buscar a la hija de su propietaria dejando a Meg sola ante el peligro de que Oscar Duna la encontrara por allí. <<probablemente fue a buscar a Denís>> pensó la bruja, y ese pensamiento fugaz que apareció en su retorcida mente, la tranquilizó.
Aquella mujer se cruzó de brazos. Era muy impaciente y no le gustaba esperar. Pero no tenía más remedio. A escasos metros de ella, paso frente a frente Manel con un periódico desgastado en sus manos. Este cayó precipitadamente al suelo cuando sus ojos grisáceos pudieron divisar aquella estampa en el recibidor de su hogar.
Meg no le dio demasiada importancia, pero encontrarse a Manel frente a ella no era una situación en la cual se sintiera cómoda. El hombre no podía dejar de mirarla: tan bella como siempre, y tan bruja como siempre había sido.
- No tienes bastante con merodear por aquí que ya entras en mi propia casa.- Espetó Manel con crueldad.- Nos has hecho mucho daño  a todos, márchate.
- No hables sobre tu propia experiencia.- los labios sonrosados de Meg se despegaron dejando pasar una profunda voz.
- Me utilizaste y me trataste como un juguete.- la voz del hombre se quebró un poco.- No quiero que vuelvas a hacer lo mism, y no lo digo por mi, no soy más que un viejo. Marcos Alcaraz es un buen chico, ¡déjalo en paz!
Meg nop dijo nada, pues tras él estaba Marcos Alcaraz que volvía después de su corta escapada. Manel advirtió que sobraba en aquella escena y decidió marcharse.
- Denís no está, ha ido a la plaza central con Julius a comprar algún recado. Tendrás que volver en otro momento.
- No pienso marcharme de aquí. Lo que tengo que decir es muy importante.
- Dímelo a mi y yo se lo diré a ella en el momento en el que llegue.- Respondió Marcos Alcaraz tendiendo la mano para que Meg depositara en ella la carta que tenía oculta en el bolsillo de sus faldones verdes.
Laila y Óscar Duna aparecieron bajando la escalera de caracol de madera. El rostro del joven se ensombreció, pero no dijo nada. Esperó a que el que era su amigo dijera algo para echarla de allí.
Laila abrió lo más que pudo sus ojos cuando vio a Meg sostener aquel sobre sepia.
- Meg no lo hagas.- Dijo Laila en voz alta, y todos los presentes la miraron desconcertados.
- No lo pienso hacer. Creo que ha llegado el momento de hablar todos juntos.



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