jueves, 27 de octubre de 2016

capítulo 14

- Trae ese maldito libro.- Dijo Óscar Duna arrebatándole el manual de las manos del otro muchacho.
- Lo encontré yo.- Respondió Marcos Alcaraz preso del pánico.- Y no me falta mucho por acabar. Si empieza tú a leerlo, tardaremos el doble. Además.- dijo el joven con una media sonrisa.- nunca te gustó leer.
- Tienes razón.- sonrió Óscar Duna tirándole el libro a la cabeza.- todo tuyo.
Marcos Alcaraz se acomodó en uno de los cuatro cojines gigantes color granate que se encontraba en el suelo. Abrió el libro una vez más y comenzó a leerlo. no le quedaba mucho, pero estaba dispuesto a pasar todas las madrugadas que fueran posibles, sólo si así podía ahogar toda aquella incertidumbre que tenía contenida en el pecho.
Óscar Duna lo examinaba desde la lejanía cruzado de brazos. Tampoco le parecía de especial gravedad lo que había ocurrido hace tan sólo unos momentos. Prontó apareció en su mente la imagen de una Laila con su mirada color océano profundo perdida en sus pensamientos. Su rostro angelical estaba serio y su voz parecía más apagada que nunca. Verdaderamente, para ella no debería ser fácil desvelar un secreto de semejante calibre.
Óscar Duna se aproximó a su compañero. Lo miró a los ojos y pudo comprender por qué se habían distanciado tanto en tan poco tiempo. Eran personas muy diferentes, lo sabía, pero ese no era el motivo como para que ni siquiera se hablasen, después de haber estado juntos toda una vida.
Marcos Alcaraz le dirigió una mirada color miel de reojo, pero no le dijo nada. Tenía que leer, agotar su vista en las últimas líneas de aquel viejo libro. Sin embargo, Óscar Duna no pudo contener más sus palabras, y decidió rasgar todo aquel silencio como si de una catana cortando un hilo se tratase..
- ¿Te acuerdas el por qué vinimos aquí, Marcos? ¿Te acuerdas por qué decidimos emprender esta aventura?
Marcos Alcaraz cerró el libro de golpe y lo miró fijamente. Se encontraba serio, pero su rostro reflejaba una triste melancolía.
- No quiero recordarlo. Sabes que no son cosas agradables.
- Siempre he parecido el más fuerte de los dos. El más insensato también. El que se recogía en la madrugada con una fuerte borrachera y tú eras el que me acompañabas a casa. Eras como mi hermano mayor, a pesar de que seas el menor de los dos. Te he admirado siempre ,no por tus notas en la universidad, que también, sino por qué has sido muy fuerte a pesar de todas las circunstancias que nos han tocado vivir.
- No te martirices de esa forma Óscar. Prometimos olvidar nuestra vida pasada y empezar una nueva. El pasado siempre fue nuestro enemigo, ¿por qué quieres volver a él?
- Porque hay veces que no viene mal recordar nuestro origen. Así nos hacemos más fuertes.- se produjo un breve silencio. Marcos Alcaraz lo escuchaba atentamente.- Tenía sólo nueve años y recuerdo ese momento como si lo estuviera visualizando ahí.- señaló un rincón de la sala.- delante de mí. Recuerdo perfectamente el fuerte hedor de alcohol de mi padre y los rasguños, quemaduras de cigarrillo y moratones en la piel de mi madre. Sólo tenía nueve años cuando mi padre me obligó a presenciar la muerte de mi madre.- una lágrima rodó hasta la barbilla del muchacho.- "Así es como debe comportarse un hombre" decía mi padre mientras que con el cinturón le propinaba otro golpe. Y otro, y otro. Mi madre quedó moribunda en el suelo, y yo... ¡Yo era sólo un crío!
- Tranquilízate.- Marcos Alcaraz no pudo evitar acompañar a su amigo en el llanto.
- quiero hacerlo. Llevo muchos años queriéndome desahogar. Lo necesito.- Marcos Alcaraz asintió firmemente con la cabeza. Estaba dispuesto a escucharlo y a ayudarlo como siempre lo había hecho.- Estaba en shock, no sabía que hacer. Vi a mi madre, y en aquel momento pensé que la había perdido. Creo que mi padre también se dio cuenta.- Suspiró profundamente.- Por eso decidió tirarse por la ventana. Me asomé al balcón y vi a la típica muchedumbre de vecinos cotillas haciendo un coro al cuerpo de mi padre, que yacía en un profundo charco de sangre. Sus ojos estaban abiertos de par en par. En ese momento creí que él estaba muerto, pero me alegré. Sabes que soy ateo, peor en ese momento, imploré al cielo que por favor se hubiera muerto y nos dejara a mamá y a mi en paz, tranquilos, felices. Cuando me giré, volví a visualizar a mi madre. Me acerqué a ella y le dije "se acabó mamá, papá ya no puede hacernos más daño". Intenté incorporarla, pero su cuerpo ya no tenía vida. Acerqué mi oreja a su corazón, pero éste ya no palpitaba. Ahí es cuando me di cuenta que estaba solo, y que jamás volvería a estar acompañado. Hasta que te encontré a ti.

Marcos Alcaraz dejó escapar un par de gotas de agua salada procedentes de su mirada color ámbar. Sabía como continuaba la historia desde ese preciso momento. Óscar Duna fue a vivir con su abuela a otra ciudad. Tuvo que cambiar de escuela y fue en Sevilla donde se conocieron. Marcos Alcaraz fue el primer amigo del chico. Con el paso de los años, ese Óscar Gilabert (él mismo había borrado el apellido de su padre y pasó a llamarse Duna), un niño oscuro, distante y frío era todo un conquistador nato, alegre, juvenil y optimista. Pero todo eso no era más que una simple coraza, una máscara dónde Óscar Duna decidió esconderse ante la adversidad del mundo que le rodeaba.

- Cuando vi que fuiste el primer chico de mi edad que me tendía la mano sin importarle mi historia, me prometí a mi mismo que siempre te ayudaría y estaría ahí contigo, para lo bueno, pero siempre para lo malo. Cuando me enteré que tu hermano Gonzalo murió en el accidente de coche, me hubiese gustado que en ese momento hubiera sido yo el que condujera el coche de tu padre, y no tú. Tú no te merecías eso, Marcos. No te merecías haber presenciado una cosa así. Te vi ido, tío. Creí que te iba a perder a ti también cuando te veía a oscuras en tu habitación sin querer hablar con nadie. Es por eso que creí que lo mejor para ti era sacarte de aquí, para evitar que cayeras en la soledad como caí yo.

- Siempre creí que tu lo habías superado todo.- susurró Marcos Alcaraz entre dientes.- siempre creí que para ti todo esto era una aventura.
- No se supera nunca, pero se aprende a vivir con ello. Si mostraba mi verdadero yo, tú no hubieras salido de esto. Necesitabas a alguien optimista a tu lado, no a alguien que te recordara a cada instante lo perra que puede llegar a ser a vida.

Ambos amigos se fundieron en un abrazo y comenzaron a llorar. Marcos Alcaraz pudo advertir todo lo que Óscar Duna había hecho por él y le disgustaba enormemente perder una amistad que tanto tiempo le había costado poder conseguir. Se separaron y Óscar Duna revolvió el cabello color rubio ceniza de la nuca de su mejor amigo.
- Te quiero mucho, tío.- dijo incorporándose.- y ahora, ¡manos a la obra! ese libro tiene que estar terminado antes que esa bruja vuelva.- Marcos Alcaraz enarcó una ceja enojado.- Lo siento, Marcos.- dijo soltando una carcajada.- pero por mucho que te quiera, esa mujer siempre será superior a mis fuerzas.


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