Tal como Meg dijo, al tercer día aparecería en el Refugio, y lo hizo acompañada de Laila. Ambas entraron por la puerta que daba lugar al jardín trasero. Marcos Alcaraz, Óscar duna, Denís y Manel estaban allí, esperándolas impacientes e inquietos. Querían descubrir toda la verdad, aunque doliera, pero más sufrimiento ocasionaría vivir con toda aquella incertidumbre de por vida.
Marcos Alcaraz observó los movimientos de Meg detenidamente. Se encontraba más bella que nunca, a pesar de que no había cambiado en nada su aspecto: cabello castaño oscuro que caían como finas hondas hasta debajo de su pecho y ropa color tizón. Pero, efectivamente, si había algo distinto en aquella bruja: su mirada parda no se encontraba desafiante como de costumbre, más bien todo lo opuesto. Meg estaba cabizbaja, si podía evitar mirar a alguien a los ojos, lo hacía. Pero sobre todo, intentaba evitar aquella mirada color miel que tanto adoraba.
Algunos presentes tomaron asiento, y otros, mientras tanto, permanecieron de pie. Marcos Alcaraz la miraba con despecho. Siempre arrugaba los ojos cuando se encontraba dolido, y ese día no era menos para dejar mostrar su ira. Meg no se dignó a mirarlo a los ojos, a pesar que sabía de sobra que la mirada de Marcos Alcaraz la estaba buscando.
- Hemos leído el libro.- Dijo Óscar Duna sin ir con rodeos.- Queremos una explicación.
Laila tragó saliva asintiendo con la cabeza. Se encontraba preparada para hacerlo. Había pasado muchas noches pensando en cuál sería la mejor manera de decir toda la verdad, y, aunque no se sentía nada cómoda, prefería despegarse de toda aquella angustia contendida en su pecho.
- ¿Qué es eso de la inmortalidad?.- Preguntó Denís queriendo rellenar ese vacío de silencio que se había creado en unas décimas de segundo.
- Podéis preguntarle al autor del libro ya que se encuentra aquí.- Dijo la voz profunda de Meg.
Marcos Alcaraz la miró una vez más y éste volvió a esquivar una vez más también su mirada. No comprendía por qué Meg le tenía tanto odio o rencor, fuera lo que fuese, a Manel. Comenzó a recordar que ella misma había sido la que se había encargado años atrás de salvar a Manel de que fuera convertido en un inmortal. La idea de que Meg era inmortal se reflejaba con más claridad en su mente, pero no quería aceptarlo, aunque su subconsciente le recordara en todo momento que no podría evitar saber la verdad durante mucho más tiempo.
Manel también le dirigió una mirada desafiante desde sus ojos negros, negros como el azabache, que parecían no tener pupila. Pero no dijo nada. Parecía que estaba disfrutando de ver a Meg en toda aquella situación.
- Un inmortal nunca podrá experimentar lo que es la muerte.- respondió Laila en medio de toda aquella tensión.- Será preso de una juventud eterna.- la voz de Laila comenzó a resquebrajarse.
- ¿Sois las dos inmortales?.- Preguntó Marcos Alcaraz. Esa fue la primera vez que la mirada color parda de Meg chocó con la de su contrincante.
El silencio hizo una de sus frecuentes apariciones una vez más. La respiración de Meg volvió a ser más agitada que de costumbre.
- Cuando me lo contaste a mi no te sentías tan nerviosa.- intervino Manel.
- Cállate.- espetó Meg con la boca casi cerrada.
- Contéstale.- Insistió Óscar Duna.- no disponemos de toda esa eternidad que decís para esperar tu respuesta.
- Sí, lo somos.- contestó Laila dejando escapar una lágrima, pero sin apartar su mirada color océano profunda del chico.
Óscar Duna la miró alarmado, sin poder creerse lo que su tímpano estaba escuchando y su cerebro procesando. Laila hizo el amago de tocarle el brazo, pero Óscar Duna se apartó de ella. Ahora comprendía las sospechas de Marcos Alcaraz cuando decía que Laila era menos de fiar que Meg. A ésta se le vía venir, a Laila no.
Meg volvió a dirigir una mirada de socorro a Marcos Alcaraz, pero éste fue ahora quién decidió esquivarla, como si de un bumerang se dirigiera a su cabeza.
- ¿Cuántos años tenéis?.- Preguntó Denís atusando su melena color cobriza. Siempre hacía lo mismo cuando se encontraba nerviosa.
- 253 años.- respondió Laila.
- ¿Las dos?.- volvió a preguntar Denís.
- No. Meg tiene veinte años más.
- Contadnos por qué os volvisteis inmortales.- sugirió Óscar Duna.
- Me niego a dar ese tipo de explicación.- gruñó Meg.
- ¿Lo cuento yo?.- La voz de Manel cada vez se iba haciendo más insoportable para los oídos de la bruja.
- Sí.- dijo Marcos Alcaraz. Meg le suplicó con la mirada que se callara.
- Antes tienen que explicar la relación que hay entre ellas.- Añadió Manel.- y la verdad es que me apetece enormemente escuchar estas palabras de tus labios.- El rostro de Meg se encontraba incendiado y lleno de ira. Si por ella fuera lo habría petrificado en ese mismo instante y hubiera conseguido que se callase de una vez por todas entre llamaras de fuego.
- ¿Sois novias o algo así?.- Preguntó Óscar Duna.- porque que seáis amigas ya lo sabemos.
Laila miró a Meg. En su mirada reflejaba que no quería ser ella la que contestase a esa pregunta. Ahora le tocaba a Meg. Inhaló aire una vez más, lo necesitaba más que nunca.
- Laila es mi hija.- A continuación, su mirada acudió disparada a la de Marcos Alcaraz.- No era necesario que lo dijese, pero ya que todos queréis una explicación, es ahora cuando voy a contaros un poco más sobre nosotras.
Meg se incorporó. Esta dispuesta a sincerarse, como jamás lo había hecho. Pero no lo hacía porque creía tenía que dar una explicación, sino porque se la debía a alguien, y, ese alguien, no era otro que Marcos Alcaraz. Desde el primer momento, había admirado al joven por su gran capacidad de abrirse a la gente, algo que ella no había podido conseguir nunca en más de dos siglos de existencia. Respiró aire una vez más, profundamente, y lo volvió a mirar. Quería demostrarle que no era una bruja peligrosa, como toda la isla creía. Era cierto que utilizaba la magia negra, pero solo como una coraza para que nadie se dignara a conocerla y dejarla vivir toda la eternidad en paz, con la más absoluta soledad, pero sin ninguna otra preocupación.
- Hace casi tres siglos comenzó el fomento de las universidades en la isla. Entre todas mis profesiones, además de bruja, sabéis que soy uno de los jueces que conforman el tribunal de Niotramm. Yo estudiaba el Corpus Iuris Civilis en la universidad de Niotramm. Supongo que como toda adolescente me enamoré y acabé casándome con alguien que mi padre no aceptaba. Desde ese momento, mi padre decidió hacerme inmortal, sin yo saber lo que verdaderamente estaba ocurriendo con mi vida. Pasaba el tiempo y mi marido envejecía pero yo seguía con la misma apariencia que antes. Laila nació de ese matrimonio y bueno...- suspiró.- cuando descubrí que mi padre me había hecho inmortal, decidí que Laila también lo debería de ser. No podría perdonarme verla morir.
- Egoísta...- espetó Óscar Duna.
- ¿Crees que no supe que era una pésima madre? ¡No hay día que no me arrepiente de haber hecho las cosas así! Pero quería que Laila se hiciera fuerte, inmune a cualquier sentimiento y desde que apareciste tú...
- ¿Querías convertirla en una copia de ti?.- Preguntó Óscar duna temblando de ira.
- Desde que llegasteis los dos, las cosas en nuestras vidas han cambiado mucho.- las miradas entre Meg y Marcos se hacían cada vez más intensas. Habéis roto con todos nuestros esquemas, con nuestra vida cotidiana. Yo, personalmente, he intentado alejarme de ti.- dijo dirigiéndose a Marcos Alcaraz.- y no lo he podido conseguir. Nunca os pondría en el aprieto de convertiros a ningún de vosotros en un inmortal, pero si he de ver a alguien de vosotros va a morir, prefiero dejar de tener trato.
Marcos Alcaraz en ese preciso momento sabía que la joven estaba diciendo la verdad, agarrando su corazón con el puño. El corazón del chico pareció encogerse, pero no dijo nada.
- Laila no se equivocó cuando me dijo que eráis buenos chicos, y yo misma pude advertir que era verdad. Pero cuando me tocó el momento de llevar la carta, Laila y yo pusimos en marcha un plan.
- ¿Cuál es ese plan?.- preguntó Denís que parecía ser la única que aún poseía algo de aliento en su voz.
- Queremos ayudaros a escapar de aquí, pero para eso necesitamos tiempo. Tiempo que nosotras sí poseemos pero ustedes no.- Laila decidió ayudar a su madre.- Desde hace algunos meses, yo personalmente me he encargado de buscar apoyo. Son muchos los mortales que piensan como vosotros, pero son aún más los inmortales que quieren escapar de aquí. La vida en Niotramm es demasiada monótona y necesitan romper con toda esta rutina.
Aquella conversación acabó poco después. Todos los asistentes a la reunión quedaron conformes, pero no sin haber entendido que su vida acababa de dar un vuelco espeluznante. Sabían de sobra que ya nada volvería a ser como antes. Óscar duna aún se encontraba perplejo y no daba todavía crédito a lo que había ocurrido anteriormente, Denís se encontraba a la espera de que alguien le diera una respuesta satisfactoria y Marcos Alcaraz aún estaba tragando toda esa bola de información que no había sido capaz de digerir antes.
Todos salieron por la puerta que daba lugar al jardín trasero del hostal. Nadie dijo nada, ya estaba todo dicho. Marcos Alcaraz se paró en seco, sus pies no le respondían. Intentó despegar la suela de su zapato de la fina hierba que se encontraba debajo de éste pero no pudo. Una vez que todos se habían marchado recobró la normalidad y miro hacia atrás. Allí estaba Meg. Triste, decaída y con ojos llorosos, que si bien estaban resistiéndose en dejar escapar alguna que otra lágrima.
- No utilices la magia conmigo.- dijo Marcos Alcaraz comprendiendo que esa parálisis que él había sufrido había sido producto de un hechizo.
- Si no lo hacía no querrías escucharme.- a pesar de que Meg siempre había guardado las distancias, esta vez se aproximó lo suficiente a él.
- Creo que ya he escuchado bastante por hoy.
- No me hagas tener que pedírtelo por favor.
Marcos Alcaraz resopló y agitó los brazos para liberarse de toda la tensión contenida. Estaba harto de que Meg le estuviera tomando siempre el pelo, que lo utilizara, y quería acabar con esa situación de una vez por todas.
- ¿Qué tiene de malo el pedir perdón? ¿Por qué eres tan egoísta Meg? ¡Deja tu ego a un lado!
- No me comprendes.
- Sí, sí te comprendo y sé que vivir todos estos años no ha debido ser fácil para ti. Pero es tu modo de vivir la vida la que te ha hecho ser una infeliz. Comprendo que no quieras volver a pasarlo a mal y no te quieras enamorar de mi, pero si me vas a tratar de esta forma, te pido por favor que no te acerques más. Ahora te toca comprenderme a mi.
Meg soltó una lágrima. Su corazón se debatía en una profunda batalla con su ego. Esta vez decidió guiarse por sus sentimientos, y sin pensarlo dos veces para evitar recapacitar y dar marcha atrás, se abalanzó sobre el chico y lo beso en los labios, con los ojos cerrados, sin parar de derramar finas lágrimas. Ya le había sido imposible contenerlas y decidió que sus lágrimas siguieran el curso que debían de seguir, al igual que su corazón.
Marcos Alcaraz no podía comprende lo que estaba sucediendo. La apartó y sosteniendo su rostro entre sus robustas manos, comenzó a examinarla más de cerca. pudo ver en su mirada cubierta de agua salada que se trataba de la muchacha que él se había empeñado en descubrir y que por fin la tenía delante de él.
- ¿Qué voy a hacer contigo Meg?.- Dijo abrazándola fuertemente.
- Romper mis esquemas y rehacerlos de nuevo.
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